- Camilleri vuelve a su personaje más conocido, el comisario Montalbano.
- Fresca y divertida novela policial de verano.
He perdido la cuenta de las novelas protagonizadas por el comisario Montalbano que he leído, pero son muchas. Lo cierto es que, además, son muy parecidas entre sí, al menos a nivel de estructura, pero no por eso dejan de divertirme, como supongo que Camilleri se divierte con los diálogos entre el comisario y sus ayudantes, pese a que repita los mismos chistes una y otra vez. Lo que cambia en todos los libros es el caso en cuestión al que se enfrenta el comisario, y en esta ocasión, en lugar de empezar con un asesinato, lo hace con un robo.
A una pareja acaudalada la despluman mientras dormían en su casa de campo. Tras drogarlos con un gas, les quitan las llaves de su casa en la ciudad y saquean ambas casas. El comisario tiene que encargarse en principio del caso debido a la falta de personal en comisaría, pero en lugar de pasar la investigación a otro policía, acaba por quedárselo. Pronto se repetirán los robos, mucho más elaborados que el típico latrocinio de pueblo al que están acostumbrados, y Montalbano recibe una carta misteriosa, desafiándole a atrapar al misterioso cerebro de la operación.
Bajo esta capa de investigación, tan bien resuelta como siempre, encontraremos los habituales problemas con las mujeres de Montalbano. Su novia, Livia, viene a verlo y él cae presa de los celos, lo cual es un interesante proceso para alguien que es infiel en casi cada libro. Este tampoco es una excepción. La sonrisa que da pie al nombre de la novela pertenece a una joven treintañera, Angelica, que es fiel reflejo de una de las obsesiones del Montalbano adolescente. Ni que decir tiene que se verá atraído perdidamente de ella mientras devora antipasto en la trattoria de Enzo y se pone ciego a langostas en restaurantes de la costa.
En resumen, una buena intriga con diálogos chispeantes pero cuyos chistes recurrentes acaban por lastrar en parte sus escasas páginas. Para aquellos que llevamos años leyendo a Montalbano es una sensación agridulce, ya que por un lado es un libro que gusta, pero al que habría que pedirle una mayor intensidad por parte del autor. Perfecto para leerlo de una sentada en la playa y olvidarse de él.
Andrea Camilleri
La sonrisa de Angelica