- Varias librerías independientes deciden alejarse del mundo online.
- Buscan retomar un ambiente dedicado solo a los libros.
Hasta hace bien poco podíamos decir que el futuro de las librerías pasaba por convertirse en centros de reunión donde tomarnos un café expreso mientras consultábamos nuestro correo y revisábamos las novedades editoriales. Los libreros se convertían en expertos reposteros armados de cupcakes y el ambiente a nuestro alrededor podía ser el de una lechería hipster, si no fuera por la presencia de algunos libros. Pues bien, un grupo de librerías independientes de Londres ha decidido que ese no es el futuro que quieren y han decidido cortar por lo sano en lo que respecta a Internet y a los cafés en tazas diminutas.
Quien quiera irse a un Starbucks, que se vaya. Esto es una librería. Ese podría ser el resumen de la nueva filosofía que impera en Londres. Hartos de ser un lugar donde se hablaba de todo menos de libros y en los que la gente acudía a sacar un poco de WiFi gratis, librerías como Librería Books, en el East End, han decidido que el verdadero protagonista en su establecimiento vuelva a ser el libro.
De hecho, en algunas de estas librerías el uso del teléfono móvil está tan mal visto como dentro del cine: el que quiere atender una llamada tiene que salir fuera. El ambiente se cuida al máximo, se ofrecen selecciones muy cuidadas no solo de novedades, sino de colecciones que van rotando cada mes. Incluso algunas ofrecen salas de lectura donde el único sonido es el de un viejo tocadiscos sonando al fondo.
No pretenden atraer al lector ocasional, no quieren convertirse en un sitio de moda. Su objetivo es vender libros a amantes de los libros, seleccionar, aconsejar y trabajar sin tener que aprender a hacer magdalenas rellenas de frambuesa y poner cafés a universitarios en busca de algún ligue. La rebelión de las librerías ha comenzado, rompiendo con todos los consejos que se estaban dando hasta el momento. ¿Habrá sitio para estos pequeños templos del libro en el siglo XXI?
Os esperamos, como siempre, en los comentarios.
Vía: The New York Times