- Un héroe solo es tan bueno como su antagonista.
- Hoy os damos las claves para crear una buena némesis.
Qué sería de un buen protagonista en una novela de aventuras sin un enemigo terrible al que enfrentarse, alguien con quien enfrentarse en igualdad de condiciones. Todo Holmes necesita un Moriarty para crecer, para superarse a sí mismo. A nadie le gustan los villanos flojos, sin motivaciones, sin pasión o inteligencia. A la hora de armar una novela tenemos que tener en cuenta que los supuestos malos -que no siempre lo son-, son tan importantes como el resto de actores a crear. Hoy os contamos algunos trucos para conseguirlo.
El origen.
Desarrolla a tu villano como al resto de personajes. Piensa de dónde viene, sus gustos, su manera de hablar… su familia, sus amores, su desarrollo como persona. Encuentra momentos de humanidad que permitan al lector empatizar con él. Cuando vayas a escribir, dedícale tiempo a contar cómo es esa persona, dotándole de un lado humano. Los monstruos planos acaban por ser aburridos y no aportan nada a la historia, por muy bien descritos que estén.
La entrada.
La primera vez que aparezca el villano tiene que ser especial. A su alrededor tienes que crear el ambiente necesario para que el lector capte que no se encuentra ante un personaje cualquiera. ¿Qué es lo que hace? Procura que sea especial: una muerte especialmente cruel, una trampa elaborada, un diálogo chispeante, pero cargado de significado… Procura que sea impactante, ya que los villanos, por regla general, aparecen mucho menos que los héroes y hay que marcar muy bien sus actuaciones.
El contraste.
En el caso de que se vayan a enfrentar en varias ocasiones, con un conflicto que vaya poco a poco en aumento, procura que el primer encuentro entre los protagonistas y los villanos sea un momento especial. Desgrana elementos de comportamiento y personalidad que evidencien su confrontación. También puedes optar por hacerlos muy parecidos: muchas veces vas a encontrar que las personas más parecidas son las que más chocan. En este caso, una pequeña diferencia puede ser suficiente como para el enfrentamiento. Aprovéchalo.
El enfrentamiento.
Si el protagonista de tu novela es siempre superior al villano, tienes un problema entre las manos. Recuerda encontrar momentos de anticlímax en los que no esté claro quién tiene la ventaja. No abuses tampoco de la manida fórmula en la que el villano está a punto de ganar y de repente todo se le va de las manos. Evita siempre que puedas el típico discurso en el que desgrana su malvado plan: es un cliché manido y poco interesante.
El plan.
Como ya hemos dicho, huye del monólogo del villano como de la peste. Deja pistas sobre su actividad, sobre lo que trama, para que el resto de protagonistas, y el lector, pueda ir averiguando qué está pasando. Es cierto que es más complicado que dejarlo todo a un golpe de efecto, pero siempre te puedes guardar una pequeña sorpresa que de sentido a todo lo que has ido enseñando, pero sin ese momento dramático tan usado.
El momento humano.
Hay varios tipos de villano, pero está claro que hay algunos que están más allá de toda redención. Esos son fáciles de aniquilar y destruir, pero no está de más que podamos usar esa vertiente humana de la que os hemos hablado. Los momentos de zozobra, de reflexión, pueden servir tanto para que el lector empatice con el villano, como para reforzar las convicciones que le han llevado a esa situación. El análisis y la duda funcionan de las dos maneras.