- No te acerques a un escritor antes de su primer café del día.
- Cientos de autores le han proclamado su amor.
Si hay algo común a la mayoría de escritores, eso es el café. Es indispensable: nos anima por las mañanas, nos conforta a lo largo del día, ayuda a concentrarnos, permite que hagamos una pequeña parada ritual para prepararlo, nos hace parecer mucho más interesantes mientras lo tomamos y, cómo no, es una excusa genial para quedar a hablar de lo que más nos gusta a los escritores: nosotros mismos. Hoy en Lecturalia os contamos algunas de las frases que grandes genios de la literatura le han dedicado al café.
- Gustave Flaubert decía: El café provoca el ingenio… si lo tomas con azúcar quedarás muy bien: da la impresión de que has vivido en Oriente.
- T. S. Eliot también era adicto a su tacita: He dosificado mi vida con cucharillas de café.
- Charles Bukowski era aficionado al café en todas sus formas y mezclas, sobre todo con resaca: Sólo quiero una taza de café, caliente y negro, y no quiero escuchar tus problemas.
- El dramaturgo inglés John Van Druten lo tenía claro: Creo que si fuera una mujer llevaría café como perfume.
- Jonathan Swift, conocido por Los viajes de Gulliver, comentó una vez: La mejor máxima que conozco en esta vida es: bébete el café cuando puedas, y si no es así, trata de llevarlo con calma. Así que estoy de acuerdo contigo en que no estoy de humor para escribir, ya que para ello creo que es necesario tomar café una vez a la semana.
- J. D. Salinger no era conocido por ser muy sociable, ni con una taza en el cuerpo: Si hay algo que realmente me saca de mis casillas es si alguien dice que el café ya está listo y no es así.
- Balzac, auténtico yonki del café, dijo: Cuando el café cae en tu estómago, de inmediato se desata una conmoción general. Ideas empiezan a moverse como batallones de la Gran Armada en el campo de batalla. Los recuerdos llegan a todo galope, acompañados por el viento. La caballería ligera de las comparaciones realiza una magnífica carga, la artillería de la lógica se apresura con su tren y municiones, comportándose como tiradores de primera. Los símiles se alzan, el papel se cubre con tinta; la lucha comienza y acaba con torrentes de agua negra, justo como le ocurre a la batalla con la pólvora.
- Voltaire, genio de la comedia, comentó: Claro que el café es un veneno lento, hace cuarenta años que lo bebo.
Sí, el café nos permite ser nosotros mismos durante unos segundos, no ya por sus cualidades físicas, sino por ese momento ritual, esa capacidad para alejarnos del mundo que nos otorga. ¿Y vosotros? ¿También sois adictos al café o preferís una buena taza de té? Os esperamos, como siempre, en los comentarios.