- Era inevitable que el fenómeno del coaching llegara también a la literatura.
- Supone una atención personalizada más allá del taller literario.
Aunque la palabra coach se traduciría por entrenador, lo cierto es que el significado de esta palabra inglesa ha derivado más hacia una mezcla entre motivador, entrenador personal y consultor. Ha aparecido vinculada a numerosos oficios y no es de extrañar que de un tiempo a esta parte hayan aparecido los primeros coachs para escritores. Pero, ¿qué es lo que ofrecen? ¿Son verdaderamente útiles?
Un coach literario -o Tutor de Novela– se diferencia del clásico profesor de taller en varias técnicas. Lo primero es que ofrece un servicio personalizado, es decir, es él el que se adapta a lo que estás escribiendo, cómo y cuándo sea. Se acuerdan unas normas básicas y como escritor comienzas a recibir consejos directos sobre tu escritura. Entendámonos: un coach no te va a enseñar a escribir, sino que va a encauzar lo que estás escribiendo; corregirá lo que le vayas mandando y realizará sugerencias, pero no, su trabajo no es la enseñanza.
Otra de las actividades de un buen coach de escritura es la motivación. Parece algo sencillo, pero cuando te atascas en un capítulo siempre viene bien una voz que te haga insistir en seguir avanzando. Además, puede que te de consejos para seguir un nuevo camino o realizar los cambios necesarios para desbloquearte. La idea es que un coach siga de cerca todo el proceso creativo, aportando su trabajo cada par de capítulos, más o menos.
Ahora llega la pregunta del millón, ¿es realmente necesario un coach literario? Pues sinceramente, no sé qué decir. Igual que hablaba el otro día de las herramientas informáticas para la creación de novelas, habrá a quien le haga falta este tipo de supervisión y habrá a los que les parezca una aberración. Desde el auge de la autopublicación este tipo de servicios son cada vez más demandados por una generación de escritores prácticamente autodidactas, que necesitan de una voz experta capaz de guiarlos a través no sólo del proceso creativo, sino también a la hora de mover su obra entre editoriales o bien para gestionar su propia venta en ebook.
¿Y vosotros? ¿Qué opináis? ¿Pagaríais por un experto que supervisara vuestra obra o sois más de consultar con amigos? Os esperamos, como siempre, en los comentarios.