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Escribir es escribir

AutorAlfredo Álamo el 9 de julio de 2015 en Divulgación
  • Cada escritor tiene sus propias manías a la hora de afrontar la escritura.
  • Al final lo importante es encontrar el método que nos venga mejor.

Mujer sentada sobre la cama escribiendo con un portátil.

El escritor E. L. Doctorow lo dejó claro cuando dijo: «Planear cómo escribir, no es escribir. Tomar notas, documentarse, hablar con otras personas sobre lo que estás haciendo, nada de eso es escribir. Escribir es escribir». Hoy podríamos añadir «Pasar todo el día en Facebook hablando de literatura, mandar tuits sobre tus cuentos, eso no es escribir.»

Si hacemos un repaso de los grandes consejos o métodos de trabajo de importantes escritores a lo largo de la historia, nos encontraremos con esa gran verdad. La única manera de sacar adelante una novela es pegando el culo a la silla y pasando un montón de rato escribiendo. Claro que también podríamos escribir tumbados, como hacía Truman Capote o Proust, o de pie, como Dickens o Virginia Woolf, pero el mensaje está claro: hay que echarle horas.

El cómo afrontar esas horas de trabajo, claro, ya es harina de otro costal. Ahí los métodos de concentración cambian completamente. Sin duda, uno de mis favoritos es el relato de William Faulkner sobre el sistema de Sherwood Anderson cuando compartían piso en Nueva Orleans. En aquel tiempo, Faulkner todavía no se dedicaba a la literatura, pero Anderson sí. Según Faulkner, se encontraban por la tarde y se iban a tomar algo hasta la una o las dos de la madrugada. Al día siguiente, Anderson se encerraba a escribir y luego por la tarde volvían a irse a beber. Fue entonces cuando Faulkner pensó que si esa era la vida que había que llevar para ser escritor, esa era vida para él.

Otros autores llevaron rutinas menos dispersas que Anderson y Faulkner, como por ejemplo Frederick Forsyth, quien escribía sus novelas siempre en 45 días, trabajando 6 horas diarias, a diez páginas por sesión. También hay que decir que Forsyth dedicaba seis meses a documentarse y preparar la novela, que, en el fondo, era lo que más le gustaba.

Tampoco hay que volverse loco con lo que escribimos. El caso de Evelyn Waugh nos puede dar una pista sobre qué no hay que hacer, ya que tras recibir una crítica negativa sobre su primer manuscrito, The temple at Thatch, decidió quemar todo su trabajo y luego suicidarse ahogándose en la playa. Por suerte, Waugh volvió a la orilla tras ser picado por varias medusas.

Así pues, como decía Doctorow, escribir es escribir. Cada día, cada hora, cada minuto cuenta si quieres escribir una novela. Encuentra la manera de hacerlo más cómodo o más sencillo y, por favor, no te obsesiones tanto. No siempre hay una medusa amable que te haga volver a la playa.

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Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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