Ian Fleming fue el creador de James Bond, uno de los iconos más importantes de la literatura de espionaje y aventuras. Autor de doce novelas sobre el inolvidable 007, además de varios cuentos, Fleming comenzó su andadura literaria con 43 años de edad, y el gran éxito de Casino Royale (1952) le llevó a seguir escribiendo hasta su muerte en 1964. Fleming fue uno de los maestros del oficio y un profesional de primer nivel, así que sus consejos sobre cómo escribir un thriller son auténtico caviar literario.
Lo primero que apunta Fleming es que hay que conocer un buen montón de historias reales relacionadas con lo que queremos escribir. Muchas veces la imaginación no es suficiente, pero la pincelada que la ficción puede dar a la realidad convierte a nuestra historia en algo más que plausible. Teniendo en cuenta su trabajo para la inteligencia británica, él lo tenía más fácil que muchos otros.
También, haciendo gala de su fina ironía británica, nos habla de la necesidad de crear un vacío existencial en nuestra vida que sólo pueda ser llenado mediante la expresión artística. En su caso fue su matrimonio: decidió ponerse a escribir sin descanso para evitar pensar en la pérdida de su soltería.
Fleming recomienda para escribir un lugar alejado de la vida habitual que lleves. Sugiere una habitación de hotel en la que volverse anónino, sin amigos o distracciones, para forzar una escritura continua. Aconseja el uso de una máquina de escribir frente a la pluma. Hoy en día, con las redes sociales y las nuevas tecnologías, es difícil escapar al mundo, pero la base sigue ahí: desconectar.
La rutina le parece esencial. Fleming escribía de 9:30 a 12:30 y luego de 18:00 a 19:00, siempre narrativa y recompensándose a sí mismo numerando las páginas escritas. Es importante destacar que Fleming no corregía nada de lo que escribía hasta que no llegaba al final del libro. Según él, obsesionarse con los detalles (tanto ortográficos como en la narración) cada día limitaba muchísimo tanto el ritmo como la satisfacción por el trabajo diario. Según él, si se corrige apenas llegas a las 500 palabras al día, mientras que según su método podía pasar de las 2.000 y terminar el libro en unas seis semanas.
Una vez terminado el manuscrito, Fleming pasaba una semana leyéndolo, buscando errores y reescribiendo párrafos. Luego lo pasaba a limpio, con los nombres de los capítulos y el resto de arreglos, lo volvía a revisar, reescribía las peores páginas y lo mandaba a su editor. El resto del proceso pasaba por atender -o no- las ideas del corrector, releer las galeradas y esperar a que el libro fuera publicado.
Justo después comienzan a llegar las cartas en las que los lectores te corrigen cosas como que Ven Vert es fabricado por Balmain y no por Dior, que el Orient Express tiene un tipo diferente de frenos al que has descrito, o que la salsa que se toma con los espárragos es la holandesa y no la bearnesa. Errores que sólo unos pocos detectan y que sirven para destruir la vanidad del escritor.
Otros consejos son más mundanos. Fleming avisa que no vas a sacar mucho dinero de los derechos de autor o las traducciones a menos que trabajes de manera industrial y tengas mucho éxito, pero que si llegas a colocar tus libros en el mundo del cine podrás disfrutar de una buena vida de escritor. Según Fleming, escribir te hace sentir más vivo, y teniendo en cuenta que el principal ingrediente de la vida es, aunque no lo dirías viendo a muchos seres humanos, es estar vivo, ese es uno de los grandes beneficios derivados de la escritura.
Vía: MI-6
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