Es una imagen que muchos tienen en la cabeza: un hombre mayor, en medio de la multitud, levanta la mano con tres dedos extendidos, con el pulgar y el meñique recogidos. Se hace el silencio. Luego, el resto de la gente repite el gesto. Frente a ellos, a la joven Katniss se le encoge el corazón cuando las fuerzas de seguridad sacan al anciano de entre el público, lo arrodillan y le vuelan la cabeza de un disparo.
Es una de las escenas de Los juegos del hambre, la novela de Suzanne Collins, hoy en día todo un éxito internacional cuyas adaptaciones al cine han llegado a casi todo el mundo. Ese gesto que os contamos es el de apoyo a la rebelión, al inconformismo, una constante en la distopía presentada por Collins.
Pues bien, ese gesto ha traspasado las páginas del libro y la pantalla de cine para ser utilizado en la vida real. Tras el último golpe de estado militar en Tailandia, cientos de personas han comenzado a usar el saludo descrito por Collins como forma de reclamar un cambio democrático en su país. Las autoridades tailandesas se han dado cuenta y ya han comenzado a vigilar su uso. Según algunas fuentes, no van a detener a una persona que lo haga en solitario, pero la cosa podría cambiar si lo hacen en grupo.
Me parece fascinante que un gesto concebido en Estados Unidos para una distopía juvenil acabe como símbolo de un movimiento social en Tailandia. Esto va más allá que el uso de las caretas de Guy Fawks de V de Vendetta en las numerosas protestas de hace unos años, así como por el colectivo Anonymous. En esta ocasión el salto es tan grande que parece imposible. La globalización cultural está aquí, desde luego, y parece que ha llegado para quedarse.
Suzanne Collins
Saga de Los juegos del hambre