Basados en marketing, aupados por las editoriales, apilados junto a las cajas de los supermercados, anunciados en TV, avalados por premios… las cifras de venta de los best-sellers se derrumban muy por encima de lo esperado en España. Las cifras -no oficiales, eso sí- hablan de hasta un 50% menos en los títulos sobre los que las grandes editoriales habían puesto sus esperanzas.
Pero claro, esto es un poco vago, ¿verdad? En primer lugar habría que tener claro un concepto muy, pero que muy básico: Un best-seller es un libro que se vende muchísimo, tanto que copa las ventas y que arrasa a la competencia. Ejemplo de hace muy poco: 50 sombras de Grey (1.000.000 de ejemplares vendidos en 2013). Si el libro en cuestión no vende tanto, no es un best-seller, por mucha ilusión que le hicera a la editorial. ¿Qué quiero decir con esto? Que a los best-sellers los eligen los lectores y no las editoriales.
Si en los últimos años hemos asistido a un declive en las ventas podemos entender que se ha producido por varios motivos. El primero, y creo que es el más importante, es la crisis. La gente está para pocos gastos y comprarse un best-seller no es una prioridad, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de las veces un libro de este calado da para una lectura y gracias. El segundo casi lo cuento en el primero: la calidad de estos supuestos best-sellers cada vez es más dudosa y lo máximo que encuentras son libros con títulos clonados, portadas vergonzosamente similares y argumentos manidos, todo fruto del departamento de marketing en busca de un producto similar al que mejor esté funcionando.
De nuevo, una explicación. Nos encontramos con la paradoja de una oferta de títulos como nunca antes en la historia, pero cuya variedad real -si agrupamos esos productos similares- es escasa. Así pues, un lector que acuda a comprar un libro «best-seller» se va a encontrar con tres o cuatro variantes de libros que, además, son muy parecidos a los del año pasado. ¿Vale la pena dejarse el precio de una tapa dura en eso?
Súmese a los anteriores puntos que los primeros libros en ser digitalizados en la red son esos best-sellers. A la hora de probar, teniendo en cuenta la situación económica y la crisis de contenidos, no me extraña que esos potenciales superventas sean los más descargados: es el reverso tenebroso de la publicidad. Habrá que ver, por otra parte, si alguien es capaz de terminárselos o de decidir regalarlos, destino habitual de estos libros.
En cualquier caso, los datos de este 2013 son sin grandes autores, como Follett, y en un cambio de ciclo sobre el juvenil que nadie ha logrado seguir tras Suzanne Collins. Nos falta conocer los datos sobre el último de Reverte, que es un clásico para regalar. Por no hablar, claro, de las ventas de Belén Esteban, el best-seller definitivo.