A sus más de ochenta años, John le Carré demuestra que sigue en plena forma gracias a la publicación de Una verdad delicada, novela número 23 en su carrera y que se une a títulos tan conocidos como La gente de Smiley, El topo, La chica del tambor, La casa Rusia o El jardinero fiel, entre otros muchos que han consagrado al autor británico como el más prestigioso dentro del género del espionaje.
Le Carré sabe de lo que habla, eso está claro. Pocos autores pueden escribir desde la experiencia como él, ya que trabajó en el MI5 y el MI6 durante la Guerra Fría, marco en el que se han desarrollado la mayoría de sus libros. Sin embargo, en novelas como Una verdad delicada, Le Carré no se queda estancado en el pasado sino que nos habla de situaciones contemporáneas.
Una verdad delicada comienza con una operación encubierta en Gibraltar, donde la colaboración del gobierno británico con una de las pujantes agencias de seguridad privada internacionales (al más puro estilo Blackwater) acaba de una manera caótica. Las consecuencias de la operación se extenderán poco a poco hasta afectar la apacible vida de un miembro del Foreign Office ya retirado y la de un joven diplomático que está empezando a subir en el escalafón de la burocracia.
Le Carré nos muestra una de esas operaciones, una entre cientos, seguramente, y cómo para los grandes gobiernos no son más que verdades a medias, juegos de humo y espejos, pequeños secretos que no pueden ver la luz y que se acumulan en la trastienda del poder. Como siempre, el autor inglés retrata a la perfección los personajes: tanto el viejo funcionario, cansado y arrepentido, como al joven, que todavía se plantea anteponer la ética al pragmatismo de sus superiores.
Una verdad delicada es una novela ideal para los amantes de las conspiraciones gubernamentales sin excesos ni ideas paranoicas. Le Carré viste con palabras una situación que se antoja perfectamente posible y que, no por ello, resulta menos apasionante, además de dramática. Muy recomendable para los que busquen un entretenimiento de calidad y que además no tengan miedo a adentrarse en esa verdad, más incómoda que delicada, con la que nos avisa el título.
John Le Carré
Una verdad delicada