Confieso que me encanta lo que Philip K. Dick llamaría kipple; es decir, acumular objetos y conocimientos tal vez superfluos pero que te hacen desarrollar esa culturilla de crucigrama o de concurso televisivo que caracteriza a casi todos los frikis a los que conocéis. Recuerdo haberme pasado la infancia enganchado a libros de divulgación como los Dime quién es o Dime cómo funciona, en los que te ofrecían quinientas fichas con otros tantos perfiles biográficos o de descubrimientos: aquello era Jauja. Y absorbía casi todos aquellos conocimientos como si se tratara de un juego. Hoy en día, Internet le ha quitado el encanto a esos libros enciclopédicos, y por eso se agradecen iniciativas como 300 lugares de verdad que parecen mentira, la última obra de Sergio Parra, que tiene continuidad en su propia página web.
El ensayo está estructurado en nueve partes, que nos muestran, respectivamente, lugares de mentira, de ciencia ficción, de dinero, diminutos, virtuales, subterráneos, malditos, mágicos, y que fueron y ya no son. Algunas entradas son más elaboradas que otras, verdaderos ensayos dotados de auténtica densidad, pero el tono general es divertido y divulgativo, muy asequible para todo aquel a quien le interesa estar informado acerca de conceptos tan dispares como carreteras que poseen una fuerza electromagnética especial, los lugares favoritos de los suicidas, el pueblo cuyos habitantes tienen los nombres más extravagantes, la pedanía francesa que técnicamente es un estado independiente, el lugar donde puedes escuchar y sentir el bombardeo de los aliados a la ciudad alemana de Dresde, la región con más mutantes del mundo o, siempre, siempre, las omnipresentes Australia e Islandia (esta última, de mención obligada en todas las obras del autor, como el Imperio Austrohúngaro de las películas de Berlanga).
Es cierto que la edición no favorece la lectura (habría sido deseable algún acompañamiento gráfico en forma de ilustraciones… y, desde luego, es un libro que pide a gritos una edición electrónica e interactiva), y que bajo ningún concepto recomiendo leerlo de un tirón: es una obra que hay que ir degustando poco a poco, a modo de libro de consulta, dejándose guiar por el índice temático o abriendo sus páginas al azar.
Sergio Parra está llamado a ser, junto con América Valenzuela, uno de los puntos de referencia de la divulgación científica española. En su estilo depurado y claro se perciben ecos de sus contrastadas dotes narrativas. En efecto, casi toda su obra de ficción se caracteriza por el rigor científico y la búsqueda de elementos y lugares pintorescos o llamativos, de esos muchos mundos que están en este. Basta con leer esa versión extremadamente racional de Harry Potter que es el díptico formado por Jitanjáfora y Jitanjáfora: Desencanto, o esa historia de terror con médicos e islandeses que es Frío para comprender hasta qué punto lo extraño y poco convencional le interesa a Parra, y cómo sus facetas narrativa y ensayística se retroalimentan mutuamente. Leyendo las páginas de este ensayo he descubierto muchas de las claves y preocupaciones del otro Sergio Parra, el autor de literatura fantástica. En cierto modo, este libro no deja de ser el cajón de ideas de su obra de ficción. Y, desde luego, hará las delicias de los frikis buscadores de kipple informativo.
300 lugares de verdad que parecen de mentira