Ahora que parece que el verano se ha decidido por fin a terminar de abrasarnos, a más de uno se le habrá ocurrido la fantasía de escaparse a una playa paradisíaca, a un lugar donde mojarse los pies en una piscina infinita o darse un chapuzón en un mar transparente y azul. Y los suertudos que sí pueden escapar, huir a lugares menos cálidos o, por lo menos, mejor acondicionados, se plantean la pregunta de siempre: ¿qué libro me llevo? ¿Es mejor cargar con ese libro de calidad pero denso, aprovechar las horas de asueto para terminarlo por fin, o meter en la maleta algo rápido y comercial, que me tenga entretenido?
Esto nos lleva también a otra cuestión curiosa: ¿qué nos llevaríamos a un lugar donde vamos a pasar muchas horas sin grandes posibilidades de ocio? Sin internet, sin las amistades de siempre, sin cobertura para el móvil. Si uno se pone a buscar qué se llevarían los demás a esa utópica isla desierta, las respuestas más comunes son las siguientes:
-En Goodreads, la mayoría se llevaría, cómo no, dos libros muy relacionados con islas: Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, la novela de naufragio por excelencia, y En la isla, una novela romántica de Tracey Garvis Graves que narra el idilio entre una profesora treintañera y un adolescente, atrapados en una isla perdida en mitad del océano. La tercera de la lista, El paciente inglés, es también una tórrida historia de amor.
-Siempre nos quedarán los clásicos, los largos que pueden durar una eternidad y que además se prestan a la relectura: El señor de los anillos, de Tolkien; Shogun, de James Clavell; Libertad, de Franzen; La broma infinita, de Foster Wallace o incluso grandes monstruos literarios como El Quijote, Guerra y paz o Sueño en el pabellón rojo. También los hay que van especialmente bien con el clima cálido: el abrasador Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell, o El terror de Dan Simmons para refrescarnos un poco con sus elaboradas descripciones árticas.
-¿Y si no vas a una isla desierta, pero a un lugar igualmente perdido, como es Marte? En 2010, varios astronautas entraron en una instalación cerrada que buscaba reproducir para ellos la experiencia de un viaje al planeta rojo. Permanecieron encerrados un año y medio. La expedición se llamaba Mars500, y uno de sus participantes, el italiano Diego Urbina, compartió con los medios los libros que se llevó para pasar los ratos de ocio. Criado en Colombia, uno de los pendientes de Urbina era Gabriel García Márquez, y una de las primeras obras que leyó en aquella expedición simulada fue Relato de un náufrago (volvemos a lo de las islas desiertas). Urbina asegura que muchas de las historias de Márquez expresaban conceptos que él mismo estaba experimentando, sobre todo en lo que se refería a la soledad durante plazos largos de tiempo.
¿Y vosotros, qué libros os llevaríais a vuestro retiro espiritual? ¿Qué lecturas llevaríais a una isla, a Marte, a vuestras vacaciones habituales? Esperamos vuestras respuestas en los comentarios.