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Escritores y sin embargo hermanos (I)

AutorJuan Manuel Santiago el 12 de agosto de 2013 en Divulgación

El desencanto

En una entrada de este blog hablábamos de Gerald Durrell, y de cómo su inmenso talento como zoólogo queda ensombrecido (aunque, para quien esto escribe, tal vez no tanto) por el de su hermano mayor Lawrence. No es el primer caso de hermanos escritores, ni el último. Aunque los estilos, temáticas e intereses de ambos Durrell se parecían como un huevo a una castaña, lo cierto es que haber crecido en el mismo sustrato cultural ayuda a adquirir aficiones o profesiones similares.

Muchas veces, estos hermanos pueden crecer como literatos a la sombra de un padre omnipresente, como en el caso de los Panero, cuya existencia conoce la mayoría gracias al díptico fílmico formado por El desencanto (Jaime Chávarri, 1976) y Después de tantos años (Ricardo Franco, 1994) o la canción de Nacho Vegas, pero cuyas obras tal vez no sean tan conocidas, por desgracia. Leopoldo Panero, poeta áulico del régimen franquista y hermano asimismo de otro poeta, Juan, se casó con la también escritora Felicidad Blanc y engendró tres hijos que acabaron siendo escritores: Juan Luis, el ya mentado Michi y, por supuesto, el divina y locamente genial Leopoldo María.

Las sagas literarias son habituales. Si los Panero se convirtieron en una metáfora del franquismo porque la sombra de un padre estricto que encarnaba los valores de un régimen opresivo los desarraigó y convirtió en malditos (no me lo invento yo, lo dicen ellos en El desencanto), los Goytisolo no les van a la zaga. El detonante de la poética de la familia Goytisolo es la muerte de la madre, Julia Gay, en 1938 durante uno de los durísimos bombardeos franquistas a Barcelona. Ello explica el exilio voluntario de Juan en París y Marraquech, y el enfoque de la realidad española que realiza en Señas de identidad o Reivindicación del conde don Julián. También explica la trayectoria poética del mayor de los hermanos, José Agustín, que le dedicó a su madre uno de los poemas más famosos de la Generación de los 50: Palabras para Julia. Y, por supuesto, explica los artificios literarios del pequeño de la saga, Luis, quien se atrevió a enmendarles la plana nada menos que a Stanislaw Lem, James Joyce y Patrick Hannahan.

Aunque claro, para hermanos literatos, los Machado, Antonio y Manuel. Puestos a convertir familias en metáforas, los Machado lo son de las dos Españas, de la que ha de helarte el corazón y de la otra, pues la guerra civil los enfrentó: Antonio quedó en el bando republicano, y Manuel, en el nacional. La peor parte, en lo personal, se la llevó Antonio, claro está, que falleció en el exilio de Collioure pocas semanas después del fin de la contienda, aunque justo es reconocer que los méritos literarios de Manuel son innegables y, en ocasiones, no tienen nada que envidiar a los de Antonio. En todo caso, también nos quedan sus colaboraciones, que las hubo. Y ese será el asunto de otra entrada de este blog: la de los hermanos literatos que escriben en coautoría.

Pero puestos a rizar el rizo, acá va un póker de hermanos escritores: Charlotte, Emily, Anne y el benjamín Branwell Brontë, autores de Jane Eyre, Cumbres borrascosas, Agnes Grey y… y…, bueno, ¿quién se acuerda?, respectivamente.

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