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La maldición de las secuelas literarias

AutorGabriella Campbell el 31 de julio de 2013 en Divulgación

Loco por el chico - Bridget Jones - Mad about the boy

Segundas partes nunca fueron buenas. No es una expresión del todo acertada: solo hay que mirar a Hilary Mantel con los brazos llenos de premios y la sonrisa radiante de quien se sabe amado por la crítica (la literaria, claro; la crítica popular no ha sido tan favorable, a raíz de sus declaraciones acerca de la familia real inglesa). La culpable es Una reina en el estrado (la segunda parte de En la corte del lobo), y es un ejemplo cualquiera de las muchas buenas secuelas, continuaciones o segundas partes que existen de novelas conocidas. Hasta cierto punto es subjetivo, por supuesto, pero si uno disfrutó de La comunidad del anillo, probablemente disfrutó de Las dos torres; Choque de reyes es, para muchos, incluso mejor que Juego de tronos; uno no puede leerse Un mago de Terramar sin alimentarse también de las otras novelas del ciclo. Podemos mencionar muchos ejemplos de segundas y terceras partes a la altura de las expectativas de sus lectores, pero, desgraciadamente, podemos mencionar muchísimos más de continuaciones que no lo han estado. No diría nunca, pero sí diría que las segundas partes no suelen ser buenas, o por lo menos no suelen ser tan buenas como las primeras.

Parte del problema reside en la intención comercial del autor y de la editorial. Una historia concebida como una sola, dividida en varias partes por exigencias de formato o economía, tiene muchas más posibilidades de mantener una calidad constante que una segunda parte escrita por exigencias del público debido al éxito de la primera (ofrezco, como muestra, el paulatino pero evidente descenso en calidad de la saga Wicked de Gregory Maguire). Y luego encontramos aquella rara ocasión en la que el autor decide, muchos años más tarde, que le falta calderilla para comprarse el tercer Ferrari, y que ya va siendo hora de rescatar del olvido a aquel personaje que quedó cerrado y finiquitado en su momento. El ejemplo perfecto lo encontramos en El hijo de Rosemary, aquella continuación de La semilla del diablo que apareció treinta años después y que empleaba el aburrido recurso del todo fue un sueño, cargándose por completo una trama hasta entonces original y muy inquietante. Y sospecho que no me equivoco si profetizo que la tercera parte de Bridget Jones, Mad About the Boy (Loca por el chico) se convertirá en una de esas enésimas partes que nos sobran.

Jones fue, como la revista Cosmopolitan o la serie Sexo en Nueva York, un producto representativo de su época. Lamentablemente, al igual que la revista Cosmopolitan o la serie Sexo en Nueva York, ha perdido fuerza al no saber adaptar su mensaje de revolución sexual y estética al cambio de los tiempos, y la que fue la gran madre de la chick-lit perdió bastante fuelle en su segunda novela, Bridget Jones: Sobreviviré. Aunque divertida, la obra repetía las mismas inseguridades y obsesiones de su protagonista y, por lo poco que se ha divulgado al respecto, parece ser que esta tercera parte ofrecerá más de lo mismo, eso sí, ya en un entorno definido por la social media (Bridget dispone ahora de cuenta de Twitter). El título que se propuso inicialmente para la adaptación al cine fue El hijo de Bridget Jones, lo cual nos dice bastante de la trama; es más, este hijo sería del personaje de Jones con Daniel, el chico malo del triángulo amoroso de los dos primeros libros, lo que nos indica que Bridget repite errores, una y otra vez, y nunca aprende de ellos, si seguimos la narración expuesta en la columna de Fielding para The Independent. La belleza de la historia de Fielding estaba, al igual que en Orgullo y prejuicio (la obra de Austen en la que se inspiró), en su final feliz. Bridget es imperfecta: le sobran kilos, le da demasiadas vueltas a las cosas, lleva ropa interior fea y se enamora del hombre equivocado; no obstante consigue algo cercano a la felicidad, una aceptación mayor de sí misma y el amor de una persona que la respeta y quiere por lo que es. Si Bridget no hace más que aplazar ese final feliz hasta que este deje de existir, la historia pierde bastante de su atractivo original. Y que Hollywood le ponga un montón de dinero caliente en bandeja a Fielding no tiene por qué ser razón suficiente para que tengamos que lidiar con una saga que se dedica a reciclar las mismas ideas una y otra vez.

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