No todas las series literarias han logrado convertirse en grandes éxitos de público, algunas, como Bored to death, apenas llegaron a los 24 episodios en las tres temporadas en las que se emitió por la cadena de cable HBO. Sin embargo, pese a no llegar al gran público, Bored to death se consolidó como serie de culto y se llevó un buen número de críticas favorables.
Bored to death narraba las aventuras y desventuras de Jonathan Ames, un joven novelista cuya situación personal -desastrosa- le lleva a convertirse en un penoso detective, sin licencia ni preparación alguna, con resultados habitualmente mediocres. Junto a él encontramos a Ray Hueston -interpretado por un entonces desconocido Zach Galifianakis– dibujante de cómics y mejor amigo de Ames.
Mención aparte tendría Ted Danson, interpretando a George Christopher, millonario mujeriego y editor, a quien Ames le pasa droga y con quien comparte algunos de los momentos más hilarantes de la serie, mientas hablan de lo divino y lo humano. Genial.
Dejando a un lado los constantes guiños a los tópicos de la novela de detectives, y a las películas de Woody Allen, en Bored to death encontramos a una figura que no se suele ver: el escritor que fracasa. Ames es un autor desesperado por publicar que se ve acosado por el síndrome de la página en blanco, problemas con las mujeres, obsesión y paranoia. Vamos, lo habitual en un escritor. Ames acaba dando clases de escritura creativa y colaborando con artículos en revistas mientras trata de acabar y publicar su novela definitiva.
Bored to death es, al fin y al cabo, la historia de una búsqueda, la de Ames por encontrar su lugar en el mundo, independientemente de la literatura, las mujeres y su doble vida como detective privado. Un armazón paródico para contarnos el viaje de todos en busca de nuestra propia identidad dentro de un mundo caótico y carente de sentido.
Woody Allen