Al hilo de lo que hablábamos en la primera parte del artículo, es fascinante encontrar cartas de fans, de lectores admiradores, dirigidas hacia escritores conocidos. Más aun cuando la carta la escribe un autor que a su vez ha terminado por convertirse en una referencia literaria.
Siguiendo en el terreno de la ciencia ficción, muchos conoceréis al escritor y filósofo británico Olaf Stapledon, que nació a finales del siglo XIX y falleció en 1950. Lo que muchos no sabréis es que entre sus muchos fans se encontraba una lectora de bastante prestigio, nada menos que la mismísima Virginia Woolf. En una carta de 1937, esta le confesó:
Te habría dado las gracias antes por tu libro, pero he estado muy ocupada y acabo de leerlo ahora. Creo que no he entendido más que una pequeña parte de este, pero aun así lo que he comprendido me ha interesado en gran medida, y me ha regocijado además, ya que en ocasiones tengo la sensación de que te acercas a ideas que yo he intentado expresar, de forma mucho más torpe, en la ficción. Pero tú has ido mucho más allá y no puedo dejar de envidiarte por ello, como ocurre siempre cuando te encuentras con alguien que ha alcanzado aquello a lo que aspiras.
Pero no hace falta ser famoso para escribirle una carta llamativa a un autor conocido, por supuesto. Las mejores son, sin duda, aquellas donde los fans solicitan favores o dinero. Algunas son tan honestas como la siguiente, que una mujer de Massachusetts llamada Ola A. Smith le escribió a Mark Twain en abril de 1880:
Sr. Clemens,
mi gentil caballero;
ud. es rico. Perder diez dólares no le haría miserable.
Yo soy pobre. Obtener diez dólares no me haría miserable.
Por favor envíeme diez dólares.
En inglés la atrevida señora utiliza la palabra miserable, que podría referirse a miserable, triste, o a muy pobre. Sea lo que sea lo que quisiera decir la amable oriunda de Massachussets, no parece ser que el escritor le respondiera. Se limitó a escribir un Oh, my (Oh, Dios mío) en el margen del documento. No todos los escritores han sido tan educados, claro, y la recepción de numerosas misivas de manera periódica acaba por irritar hasta al más paciente. En la primera parte del artículo os hablamos de la carta que Bradbury le envió a Heinlein. Aunque desconozco cómo le respondió (si lo hizo), este era famoso por su lista de respuestas predeterminadas, que incluían opciones como las siguientes, que dicen bastante del tipo de epístola que recibía:
-Dice ud. que ha disfrutado de mis narraciones durante años. ¿Por qué ha esperado a que le disgustara un relato en concreto para escribirme?
-No intente llamarnos a casa; trabajamos hasta tarde todos los días del año.
-Por favor no me escriba de nuevo.
Heinlein encabezaba las cartas con una introducción que explicaba que, por cuestiones de tiempo, debía elegir entre escribir ficción o contestar cartas, y a continuación incluía una lista con todas estas respuestas, donde solo tenía que marcar la adecuada, la correspondiente al emisor concreto (podéis verla completa aquí). Con todo, también tenía respuestas positivas y amables:
-¡Recibí su carta con gran alegría! Estaba llena de amabilidad y no contenía peticiones ni exigencias. Dio a entender que no era necesario que respondiera, pero necesitaba decirle lo mucho que me ha gustado. Le deseo aguas tranquilas, vientos a favor y una travesía feliz a lo largo de su vida.
¿Conocéis más cartas divertidas, emocionantes o simplemente curiosas dirigidas a escritores famosos? Nos encantaría que lo compartierais con nosotros en los comentarios.