En la primera parte del artículo hablamos de la trayectoria del escritor británico Clive Barker en el entorno del terror, y del éxito obtenido en su larga relación con otros medios como el cine o el videojuego (además de géneros que no llegamos a mencionar: cómic, ilustración y teatro). Pero es en la fantasía urbana, y en la fantasía oscura en general, donde Barker se ha hecho un nombre muy especial en el mundo de la literatura. Si bien no es el único que ha sabido lucirse en estos terrenos (ahí tenemos a Gaiman, por ejemplo), es indiscutible que su imaginería tiene una potencia de la que disfrutan muy pocos autores. La creatividad de Barker (tenebrosa, extraña, enfermiza), parece no tener límites cuando se trata de crear mundos complejos y personajes surrealistas.
El primer gran mundo fantástico de Barker fue el de aquella alfombra mágica en Sortilegio. Ahí ya calentaba motores para uno de sus libros (y cosmos) más ambiciones: El gran espectáculo secreto, la primera parte de una serie de libros planeada por Barker de la que solo se han publicado dos: el título ya mencionado y Everville (que, si no me equivoco, no se ha publicado en español). Comienzan a verse los patrones narrativos y los elementos favoritos del escritor: mundos que se solapan, que se entrecruzan, que coexisten con el nuestro, llenos de seres y escenarios psicodélicos, de personajes malos que tienen sus razones para ser malos (o que ni siquiera son malos, sino que disponen de una moral muy diferente a la que conocemos), de personajes buenos que no son tan buenos, pero que son, hasta cierto punto, inocentes o bienintencionados. Los personajes se transforman: los malos se nos revelan como nobles, los buenos se pervierten. Los seres humanos no son más que víctimas y peones de otras criaturas, de grandes designios del destino y de los mismos mundos extraordinarios creados por Barker. Siguió desarrollando este modus operandi en Imajica, en Galilee (donde además se atreve con las grandes sagas familiares, al más puro estilo Dinastía cruzado con el poder de las leyendas, las antiguas divinidades y los siempre presentes amor y sexo) y con la saga juvenil Abarat que, aunque esté dirigida hacia un público menos adulto, retiene el poder de sus obras anteriores para horrorizar y a la vez para enamorar.
El tono onírico de sus obras de fantasía no es casual: en el caso de Imajica, Barker asegura que su inspiración surgió de sus propios sueños. El autor ha afirmado que es su escrito favorito, y que lo compuso en un tiempo récord. Escribió la obra completa en catorce meses (escribía de catorce a dieciséis horas al día, siete días a la semana). Es, tal vez, el máximo exponente de su desbordante imaginación y creatividad, pero al ritmo que continúa publicando no parece que vaya a detenerse durante un tiempo: para los próximos años ya están programados los volúmenes restantes de Abarat, una segunda parte para Galilee y varias continuaciones para Cabal: Razas de noche. Y que sean muchos más, Sr. Barker.