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Tras Los Juegos del Hambre: Distopías juveniles (I)

AutorJuan Manuel Santiago el 13 de mayo de 2013 en Divulgación

La Caza - Andrew Fukuda

El éxito desmesurado de ciertas obras consigue que, de repente, el mundo entero se detenga y tooooda la competencia se ponga a publicar novelas similares, vengan o no a cuento. Tenemos ejemplos para aburrir: la legión de imitadoras de Cincuenta sombras que están chorreando los escaparates de un tiempo a esta parte, las vampiradas que surgieron a la estela de la serie Crepúsculo, la cantidad de magos adolescentes que se dejaron ver después del éxito de Harry Potter, o la sospechosa cantidad de novelas de fantasía épica que «se parecen a» Canción de Hielo y Fuego, de George R. R. Martin. Sin embargo, tal vez se nos esté pasado por alto una veta temática que comienza a parecer una moda, más que una tendencia: las distopías juveniles. La responsable, evidentemente, es Los Juegos del Hambre, de Suzanne Collins, que ha conseguido «despertar el interés» de la competencia. He aquí dos ejemplos.

En primer lugar tenemos La caza, de Andrew Fukuda. Este fiscal estadounidense metido a escritor debió de pensar que si Soy leyenda, de Richard Matheson, molaba un montón, y Los Juegos del Hambre también molaba un montón, mezclar Soy leyenda con Los Juegos del Hambre debía de dar como resultado ¡¡¡la obra más molona del mundo mundial!!! Y bueno, lo cierto es que no, ni mucho menos, aunque juzgar La caza en estos términos tal vez sea un poco injusto por mi parte. Gene es un humano adolescente que se halla rodeado de vampiros… o unos seres que podrían serlo, ya que la palabra «vampiro» no se emplea en toda la novela. Ha aprendido a camuflarse entre ellos, a imitar sus gestos y su comportamiento, y a camuflar ciertos rasgos fisiológicos que podrían delatarlo (el sudor, por ejemplo), pero una vez desaparecido su padre se encuentra solo ante un peligro que va a más cuando el gobierno lo recluta para participar en la caza, un espectáculo que consiste en soltar a otros humanos (o hepers) en el desierto y cepillárselos de mala manera. Una vez en el Instituto de Hepers, Gene descubre que no es el único humano, y que ocultar su humanidad es una tarea tan complicada que uno se pregunta cómo no lo pillaron en la página 1 de novela. Por suerte, la segunda parte, El origen, va por otros derroteros, y se centra en la verdadera personalidad del Científico a quien idolatran los hepers, así como en lo que sucede cuando la utopía irrumpe en la distopía.

Ahora bien, se preguntarán ustedes, ¿cómo es que, con todo el bombo que se les está dando a las distopías juveniles, los autores españoles no se hayan lanzado como posesos a escribir las suyas? La respuesta nos la da Carlos García Miranda, el guionista de El barco y El internado: sí, hay una distopía juvenil española, y se titula Enlazados. El punto de partida es más similar a Los Juegos del Hambre que el de La caza. Solo vive en una sociedad dividida en distritos controlados por diferentes estamentos profesionales, que mantienen viva la Selección, una especie de primarias para elegir al futuro líder, pero a lo bestia: solamente puede quedar uno. Solo va más o menos enchufado, ya que es el hijo del actual líder, pero este tiene un oscuro pasado: tuvo que enfrentarse a la madre de él en la Selección en la que ganó… y, al parecer, la cosa acabó como el rosario de la aurora. Para añadirle más interés al asunto, la Selección de este año cuenta con una novedad: el distrito de Solo aporta un participante más, =Data, el mejor amigo de Solo, por lo que uno de los dos tendrá que morir. Y un aliciente añadido: Dana, una chica cañón capaz de hacer tambalearse las ideas, el cerebro y, en general, todas las vísceras de Solo. Diseñada a la perfección para ser una novela superventas, Enlazados flojea en el retrato de personajes, que son meros estereotipos (cosa que también le sucede a La caza: es imposible encontrar protagonistas más siesos a lo largo de la historia de la novela juvenil), así como en las descripciones explícitas pero demasiado acartonadas de escenas sexuales (y, llegados a este punto, uno no puede dejar de llevarse las manos a la cabeza: ¡ay, madrecita mía, cómo ha cambiado el género juvenil en los últimos años!). Quitando eso, Enlazados da exactamente lo que promete: acción a raudales, persecuciones sin fin, y la sensación de que la gran distopía juvenil española todavía está por llegar, y esta entrada tendrá entonces su continuación.

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