Tras una primera parte en la que hablábamos de los superhéroes de cómic y de Sherlock Holmes, volvemos a evaluar diferentes ejemplos de personajes literarios que se han marchado al otro lado y han vuelto. Creo que no hace falta decir que a continuación puede haber alguno que otro de esos spoilers que tanto miedo nos dan, pero que se supone que mejoran la experiencia lectora.
Gracias al cine y a la inmensa popularidad de El señor de los anillos, pocos lectores se sorprenderán si les digo que cuando Gandalf cae al vacío en plena lucha con el balrog no está tan muerto como podría parecer. Lo mejor es que además regresa con más poder y con la ropa más limpia: de Gandalf el Gris surge Gandalf el Blanco, y uno no puede evitar preguntarse si no se podría haber dado un poco más de prisa y haberles ahorrado algún que otro sufrimiento al resto de personajes. Otra muerte legendaria fue la del capitán Nemo de Julio Verne, quien desapareció en medio de un torbellino en Veinte mil leguas de viaje submarino, para luego aparecer en La isla misteriosa, lo justo y necesario para ayudar a los protagonistas y desvelar su atribulada identidad e historia.
Las formas de traer a un personaje de regreso son numerosas. El más conocido es el que acabamos de mencionar, el creíais que estaba muerto pero… ¿acaso visteis mi cadáver? o incluso visteis un cadáver que creíais que era mío pero no lo era. Otros muy comunes son los siguientes: El personaje ha muerto pero de sus células se ha creado un clon que es igual que este a efectos prácticos; el personaje muere en un acto de sacrificio altruista supremo y alguna divinidad o poder sobrenatural “reinicia” la historia de modo que pueda vivir de nuevo; y uno de mis favoritos, ¡el viaje en el tiempo! También está el modo muerto viviente, por supuesto, pero cuando el personaje regresa mediante alguna forma de resurrección directa (es decir, cuando no se trata de una maniobra a lo creíais que estaba muerto pero realmente no lo estaba), nada sale bien. No hay más que leerse Cementerio de animales de Stephen King o La pata de mono de W. W. Jacobs para llegar a la conclusión de que si muere un niño en un texto literario, mejor que se quede muerto. La ciencia ficción y el terror dan mucho de sí para esto de las resurrecciones, como demostró Dan Simmons en Hyperion y sus secuelas: nada como un parásito en forma de cruz para hacer que tus personajes regresen de la muerte una y otra vez, y que de paso descubran una nueva, original y asquerosa forma de atravesar grandes distancias en el espacio. Tampoco es buena idea clonar a tus amigos: en la saga Dune de Frank Herbert, Leto Atreides no hace más que fabricar copias del amigo de su padre, Duncan Idaho, que una y otra vez se rebela e intentar acabar con él; aunque todo tiene sentido y un porqué en la muy sofisticada mente de Herbert.
¿Qué otros tipos de resurrecciones literarias conocéis? ¿Cuáles son vuestras favoritas? ¿Cuáles os resultan más irritantes, por repetitivas, previsibles o incoherentes? Esperamos vuestra aportación, como siempre, en los comentarios.
Cementerio de animales
La isla misteriosa
La pata de mono y otros cuentos macabros