Llega el momento de plantearnos qué grandes personajes de ficción han sido resucitados, por la razón que sea, por sus creadores. Los primeros que se nos ocurrirán serán los de cine, probablemente, pero en la literatura el efectismo, la necesidad, el dinero o el aburrimiento también impulsan a autores (o bien a sus seguidores, herederos o editores) a traer de regreso a sus personajes más apreciados.
Los ejemplos más desquiciantes los encontramos en el mundo del cómic de superhéroes. Algunos no se contentan con traer de regreso a un superhéroe de entre los muertos, sino que sienten la necesidad de crear universos paralelos completos para poder utilizar de nuevo a personajes interesantes, o de hacer un reinicio completo para poder empezar otra vez de cero, sin ninguna explicación aparente. Pero si nos ponemos más específicos, y buscamos las resurrecciones más ridículas del mundo del cómic, nos podemos quedar con aquel Spiderman que tomó forma de araña y murió justo antes de dar a luz a una versión de sí mismo (ahora con nuevos poderes mucho más divertidos, como poder expulsar telas de araña de manera orgánica, en vez de tener que utilizar artilugios mecánicos); y tampoco podemos olvidar aquel Robin (Jason Todd) que volvió 17 años después de su muerte cuando Superboy Prime le pegó un puñetazo tan fuerte a la dimensión en la que estaba atrapado que creó alteraciones en el tejido de la realidad. El manga no se queda corto: cualquier aficionado a Dragon Ball habrá perdido la cuenta de cuántas veces mueren y resucitan algunos de los personajes principales.
¿Y qué hay de otros géneros? Sí, el cómic es el más notable en este sentido, más que nada porque la gran cantidad de personajes y de arcos argumentales en un tebeo de tirada larga exigen cierta flexibilidad a la hora de utilizar la muerte como un recurso efectivo; sí, un personaje principal puede morir y esto causará un gran impacto para los lectores, pero con el paso de los años puede ser igualmente eficiente traerlo de regreso. Pero no ocurre solo aquí. ¿Quién no recuerda el famoso enfrentamiento a muerte de Sherlock Holmes y James Moriarty en las cataratas de Reichenbach? Parece que Conan Doyle tenía bastante claro que, después de vérselas con una mente criminal como la de Moriarty, todo lo que podría venir después sería trivial para Holmes, por lo que este debía morir en aquella terrible caída. Por otro lado, necesitaba liberarse de aquel personaje y dedicarse a otro tipo de narrativa; como le dijo a su madre en una carta: Debo reservar mi mente para cosas mejores. Con lo que no contaba era con la reacción desmedida de sus seguidores y editores: con la publicación de El problema final, la que iba a ser la última aventura de Holmes, varios miles de lectores cancelaron su suscripción en la revista The Strand. Conan Doyle ofreció primero una solución de compromiso con la publicación de El sabueso de los Baskerville, que se desarrollaba en un marco temporal anterior al Problema final, pero se vio obligado a resucitar más adelante a su famoso detective, explicando que había conseguido sobrevivir a la caída de Reichenbach y que se había hecho pasar por cadáver para protegerse a sí mismo y a Watson de los enemigos que todavía andaban al acecho.
En la próxima entrega, veremos más ejemplos de grandes personajes literarios que han vuelto de entre los muertos. Es lo bueno que tiene la ficción: nadie tiene que morir en serio si el autor no quiere, y si no que se lo pregunten a los escritores de novelas de zombis.
Arthur Conan Doyle