Hoy en día, el trabajo del escritor está integrado, como cualquier otra labor, en el sistema económico; por lo menos en el mundo occidental. El escritor ofrece un producto, el texto artístico, y recibe una remuneración por su trabajo (o por lo menos, así sería en una situación ideal, en la que el producto tiene una demanda suficiente como para generar beneficios). Si el texto no es de interés para el público y sus intermediarios (las editoriales, distribuidoras y puntos de venta), el escritor no recibe remuneración alguna, como en el caso de cualquier otra venta, de cualquier otro servicio que tenga que competir en un entorno capitalista.
¿Qué ocurre cuando el escritor sale del sistema, cuando el producto ya no es una mercancía pura y dura, un elemento de ocio por el que, con suerte, recibe dinero? ¿Qué ocurre cuando el escritor, el artista, el poeta, ofrece su trabajo a cambio de cosas que no son dinero? ¿Qué ocurre cuando recurre a otros sistemas, como el modelo tradicional de trueque?
Algo así es lo que se ha planteado Simon Armitage, un poeta y novelista británico que no se limita a cosechar reconocimiento con su obra (ha sido finalista y ganador de algunos de los premios de poesía más prestigiosos del país que lo vio nacer), sino que de vez en cuando se mete en proyectos más que curiosos. Así, en 2010 recorrió a pie lo que se conoce como el Pennine Way, un caminito de 430 km que comienza en el centro rural de Inglaterra y que llega hasta la frontera con Escocia; y partió sin un mísero penique en el bolsillo. ¿Cómo lo hizo? A la antigua usanza, intercambiando poesía por comida, alojamiento y, sí, en ocasiones dinero.
El viaje de Armitage en el 2010 no fue fácil, como podréis imaginar. Anunció su recorrido en su página web, y solicitó en esta alojamiento, comida y compañía para el camino; hubo días en los que viajaba acompañado por otros poetas y amantes del senderismo. Otros iba solo; se perdió a menudo. Tras cada lectura, pasaba un calcetín a la espera de amables donaciones y este se llenaba no solo de monedas, sino de tiritas para sus ampollas, sobrecitos de salsa, galletas, naipes y todo tipo de obsequios bizarros. Narró todos los detalles de su viaje en el popular libro Walking Home.
Y este año lo hará de nuevo, si bien esta vez visitará la costa inglesa, desde un pueblecillo de Somerset hasta uno de Cornwall, sin dinero, solo con su poesía. Recitará, como ya hizo en el 2010, en tabernas, en colegios y hasta en casas particulares. Uno podría argumentar, claro, que Armitage es conocido en su país y que es un artista de éxito. Pero es poco probable que los que comparten cervezas con él en algún pub perdido en mitad de la nada hayan oído hablar de sus libros de poesía, de sus documentales en la BBC o incluso de su título de comendador de la Orden del Imperio Británico. No es el primer poeta que atraviesa los campos a pie, de hecho se decía del poeta Wordsworth que gustaba tanto de andar e inspirarse en el medio rural que había andado casi 300000 km en total, a lo largo de toda su vida. Ahí es nada.