Una de las ideas que está sonando últimamente dentro de la industria editorial se relaciona con los libros electrónicos dedicados a los más jóvenes, aquellos que incorporan a su vida todo tipo de medios –música, vídeo, imágenes-, creando no sólo ediciones ampliadas sino libros pensados ya con ese componente transmedia.
Esto quiere decir que es probable que asistamos en breve a un boom de libros creados para tablets en los que la palabra escrita pase a ser un complemento más junto al vídeo y la música, perdiendo el papel preponderante que hasta ahora mantenía. Habrá que analizar estos libros con detenimiento, si es que a estos nuevos contenedores de información se les puede llamar libros o si hay que empezar a pensar en un nuevo nombre para ellos.
Hay que tener en cuenta también que la manera que tenemos de recibir la información influye en nuestra manera de pensar. La estructura de un libro presenta unas características con las que nos hemos ido formando en los últimos siglos, algo que podría cambiar si el discurso interior de la lectura se cambia por un método interactivo.
Posiblemente nos encontremos ante una división más grande que la de los ebooks y los libros en papel: el verdadero libro electrónico del futuro tenderá a acumular la información relacionada con su contenido en todos los formatos posibles, no sólo en texto plano o enlaces de hipertexto. ¿Estamos capacitados para hilar ese tipo de discursos fragmentados que se desarrollan a diferentes planos? Dentro de unos años, cuando el dominio de las pantallas se haga mucho más evidente, la cultura del libro tendrá que especializarse frente al ocio más popular, incluso convirtiéndose en una afición más peculiar y característica, de lo que es hoy en día.
Sin duda, todavía falta mucho para esta situación, y habrá que ver si este tipo de contenedores es capaz de funcionar frente al cine o la televisión -también en sus formas futuras-, mucho más adaptables, en principio, al ocio multimedia de duración limitada.