Por mucho amor que le tengamos al papel de un libro o a la pantalla de nuestro ebook, sabemos que hay otras maneras de leer, y algunas nos pueden resultar muy atractivas. Hay dos que tienen bastante peso en el mundo anglosajón, pero que en nuestro país no terminan de cobrar la misma importancia: Por una parte tenemos el audiolibro y, por otra, las lecturas en grupo.
Ya hemos hablado de lo aburridas que pueden llegar a ser las lecturas en presentaciones y actos similares, ya sea en España o en cualquier parte del mundo, y de cómo algunos escritores se han planteado si esta forma de promocionar sus obras es la más adecuada. Pero parece que comienza a ponerse de moda otra forma de llevar a cabo estas lecturas, que no involucraría al escritor, sino solo a sus propios seguidores. Hablamos de las lecturas públicas maratonianas.
Por estos lares ya hay costumbre de leer El Quijote por turnos como plato fuerte de determinados actos culturales (sin duda una forma más amena de enfrentarse a un texto que, sobre todo para los lectores más jóvenes, puede resultar arduo, pero que no es el único al que se le pueden dedicar horas de lectura en grupo). Desde hace un tiempo se pone de moda celebrar grandes encuentros de lectura interactiva en Estados Unidos, si bien sus características son bastante diferentes a las que solemos encontrar por aquí. Estos encuentros son un nuevo punto de reunión, el nuevo lugar in adonde acuden las jóvenes promesas, los bohemios a la última y las estrellas del periodismo cultural a dejarse ver e incluso a turnarse para ofrecer su propia representación, sobre un altar/escenario, de un pasaje de texto clásico. Artistas, escritores y músicos leen en alto, uno a uno, en un proceso que puede llevar muchísimas horas, como la lectura de Moby Dick que se celebró en noviembre en varias librerías independientes de Nueva York. Esta en concreto se realizó durante tres jornadas, cada una de ocho horas. La idea era que uno podía entrar y quedarse cuando quisiera y el tiempo que quisiera; para la de Moby Dick aguantaron las 24 horas completas cuatro personas, a las que se les premió al final con pequeños obsequios. Algunos de ellos nunca habían leído el libro, por lo que esta maratón fue su primer contacto con él (aquí podéis leer un artículo en inglés del Wall Street Journal sobre el acto).
Es precisamente este toque de glamour cultural lo que diferencia a estas jornadas de otros tipos de lecturas públicas y literarias. Se ofrece, así, como alternativa a otras actividades sociales: en vez de ir a tomar un café o una cerveza con los amigos uno se los puede llevar a un acto que promete embelesar; por lo menos en lo que se refiere a gran parte de los que suben a leer, artistas de talento reconocido a la hora de hipnotizar a su audiencia. Desconozco si en España se están llevando a cabo iniciativas de este mismo nivel, con un fuerte componente social, interdisciplinar (por la participación de músicos, actores, etc. que ofrecen versiones originales y diferentes a la lectura clásica) y de entretenimiento. Si es así, no dejéis de recomendárnoslas en los comentarios. Ya nos está faltando tiempo para empezar a crear actos de este tipo, que sirvan además para atraer usuarios y clientes a bibliotecas y librerías.
Moby Dick