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No queremos tu novela. Historias de rechazo (I)

AutorGabriella Campbell el 22 de noviembre de 2012 en Divulgación

Rebelión en la Granja

Uno de los comentarios más absurdos a los que se enfrentan editores y lectores encargados de cribar manuscritos es aquello que todos hemos oído en algún momento, la muy conocida a X (inserte escritor famoso aquí) le rechazaron el manuscrito de Y (inserte obra famosa aquí) cuarenta veces, porque era un adelantado a su tiempo. Y mira luego todo lo que vendió. De este modo, el escritor se defiende de un posible rechazo, o intenta defender ante la editorial la rentabilidad y el potencial de su obra.

Por este motivo, hablar de grandes escritores cuyas obras fueron rechazadas en múltiples ocasiones es algo peligroso, ya que suele convertirse en la excusa favorita de aquellos que tal vez no hayan escrito una gran obra, pero que se consuelan pensando que su creación es perfecta y que son los editores los que no saben reconocer su potencial. Lo cual no quita, claro, que puedan tener razón.

Que se lo digan a George Orwell, que con Rebelión en la granja consiguió poner nerviosos a todos aquellos a quienes le presentaba la obra. En 1944 Orwell comenzó a mandar su novelita a varios editores, quienes lo echaban atrás con el pretexto de que era una metáfora demasiado crítica para con la URSS, en los tiempos en los que la antigua Unión Soviética colaboraba con Gran Bretaña en su intento de destruir a la Alemania nazi. Uno de los rechazos más curiosos llegó de la mano de una casa editorial que renegó de Rebelión en la granja por petición del oficial Peter Smollet, que trabajaba para el Ministerio de Información británico, ya que con el tiempo se descubrió que Smollet era un espía soviético. Otro editor le aseguró que era imposible vender historias de animales en América.

El no gracias más célebre de la obra llegó de la mano de Faber and Faber, ya que la carta de rechazo llegó de la mano del mismísimo T. S. Eliot, que la definió como trotskista y de la que afirmó no tenemos la convicción de que este sea el punto de vista más adecuado desde el que criticar la situación política actual. Y así fue, ya que el libro no salió a la luz hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.

La guerra también afectó al escritor T. H. White, que se las vio y deseó para ver impreso a su clásico de fantasía Camelot. La obra, de temática artúrica, no gustaba a los editores, que consideraban que tenía un final demasiado pacifista que no encajaba con los esfuerzos del pueblo británico en tiempos de guerra. Aunque White concluyó la obra en 1941, tuvo que ir publicándola por secciones a lo largo de los años, hasta que finalmente, en 1958, pudo verla reunida en un solo compendio. En un tiempo en el que el pueblo anglosajón necesitaba al Arturo de leyenda más que nunca, parece ser que no convencía una figura que no terminase de darles la conclusión belicista que ansiaban en un libro inspirado por la celebrada obra de Thomas Malory, La muerte de Arturo.

Y aquí no termina la lista, por supuesto. En la segunda parte del artículo os contaremos más casos curiosos de rechazos editoriales.

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