Cuando autores superventas como George R. R. Martin tienen un poder de convocatoria que les obliga a firmar cerca de 1000 libros diarios allá por donde van, uno comienza a preguntarse hasta dónde son capaces de llegar los lectores por contar con un garabato que ilustre las primeras páginas de sus libros. Se trata, en muchas ocasiones, de un afán coleccionista difícil de entender: los aficionados son capaces de esperar durante horas bajo sol, lluvia o truenos solo para conseguir una firma que añada valor a sus obras favoritas. A veces, ni siquiera son favoritas. En una cola de firmas reciente, escuché de boca de una aficionada, hablando de una autora española: No me gusta nada su primer libro. Apenas lo he hojeado, no me parece que esté bien escrito. Pero me lo compré y lo he traído para tenerlo firmado. Tras un buen rato dorándonos (y quemándonos) al sol, mi paciencia se agotó y me di por vencida. La coleccionista que quedaba detrás se mantuvo firme, a la espera de contar con un autógrafo en su libro no deseado. Por lo menos se llevaría una bonita dedicatoria, a diferencia de otros escritores que, debido al volumen incesante de libros por firmar, no tienen más remedio que limitarse a un pintarrajo rápido y un simple “hola” dedicado a cada lector.
Pero las firmas son un aliciente estupendo para librerías y editoriales. Si bien muchos aficionados llevan ya los ejemplares de casa, el número de ventas de una buena firma no es nada desdeñable. Son, también, una ocasión única para conocer, aunque sea de manera mínima, al autor; una oportunidad para cruzar dos palabras, sacarse una foto y ver de cerca a nuestros ídolos literarios.
Para grandes fenómenos de masas esto de las firmas puede llegar a límites insospechados. En julio de 2011, la modelo y celebridad anglosajona Katie Price (conocida sobre todo por su generoso escote y apego a participar en realities de baja estofa), intentó batir el récord Guinness de más libros firmados en menos tiempo. Con su libro Comeback Girl (cuyo argumento, en palabras de la propia Price es una cantante que tiene fama y la pierde y tiene hombres que se acuestan con ella y lo cuentan por ahí y entonces consigue un puesto en un programa tipo Factor X, y entonces se hace famosa otra vez y conoce a otros hombres pero el final es feliz), intentó superar el récord previo, que ostentaba el campeón ajedrecista Anatoly Karpov, quien firmó 1951 copias de su libro en ocho horas en 2006. No hay duda de que el intento sirvió como reclamo publicitario: Price no llegó a batirlo pero se llevó unas sustanciosas (y agotadoras) ventas en esas largas horas.
No ha sido la única que se lo ha propuesto (el autor de novela gráfica Qais Sedki también procuró superar el número de libros firmados por Karpov, en febrero de este año, sin éxito). El récord se define como mayor cantidad de libros firmados en una sola sesión. Los libros deben comprarse antes de firmarse (nada de firmar libros para luego devolverlos a la estantería) y debe mantenerse una cola de personas a la espera durante toda la sesión (asumimos que en el momento en que termine la cola se dará por concluida). Solo puede firmarse un libro por persona.
En la segunda parte del artículo os ofreceremos más datos acerca del curioso mundo de las firmas de libros.
George R. R. Martin