En el mundo de la publicidad siempre ha funcionado muy bien el testimonio, o aquella reseña o crítica positiva, supuestamente objetiva, realizada por el cliente o consumidor del producto anunciado. Sin embargo, ya pocos se creen las palabras que aparecen en las esquinas de las webs o de las revistas, o de fondo en los anuncios de televisión: ¡Con Herbalifit-Intensivo he perdido 20 kilos en dos semanas!, Cómo atravesar espejos verdes es la mejor película que he visto este año o tienes que probar los yogures de Biofitán, desde que los compro hasta tengo los dientes más blancos.
Lo que sí seguimos creyéndonos son los testimonios supuestamente realizados por personas como nosotros, en un entorno controlado, como ocurre con las reseñas de libros en lugares como Amazon. Y es posible que en nuestro país todavía no haya llegado la oleada de falsas reseñas que azotan otros países, como ocurre en Estados Unidos en comunidades como la propia Amazon o Goodreads, donde se estima que un alto porcentaje de las reseñas y comentarios que se dejan en los libros no son del todo fiables. Los expertos estiman que un tercio de las opiniones publicadas por parte de los consumidores es falso, si bien es difícil saber qué parte de éstas son producidas por clientes a comisión de la empresa anunciadora o por parte de una empresa dedicada a confeccionar este tipo de testimonios (por no hablar de familiares y personas cercanas al propio autor).
Y es que esto de las reseñas es todo un negocio. Así lo descubrió el emprendedor Todd Rutherford, que empezó a vender al por mayor sus reseñas a los escritores deseosos de apuntarse al carro Amazon de la promoción “boca a boca”. Es cierto que una obra que obtenga muchas valoraciones en esta página despierta más interés que los pobres libros que son ignorados, así que muchos escritores no tenían problema en pagar 499 dólares (casi 400 euros) para conseguir 20 reseñas favorables en diferentes comunidades lectoras en línea. Pronto Rutherford tuvo que empezar a reclutar a más “críticos”, que ni siquiera leían los libros: solo hacía falta saber un poco de qué iban estos para producir una reseña creíble. A Ruthford al final le explotó el negocio en las manos: una de sus clientas quedó insatisfecha con sus servicios y publicó su experiencia negativa en internet (un ejemplo de como, a diferencia de lo que ocurre con los libros, la mala publicidad no ayuda a vender); por otra parte Amazon por fin espabiló y comenzó a controlar con mayor precisión la fiabilidad de sus reseñas. Aun así, parece que sigue siendo una práctica común entre autores (sobre todo autoeditados) el contratar los servicios de reseñadores profesionales.
La desesperación de estos autores, dispuestos a pagar lo que haga falta para promocionar sus libros, demuestra lo importante que es compartir nuestras reseñas y opiniones por la red para ayudar a dar a conocer a un escritor. Hagamos que nuestras palabras acerca de un libro cuenten de verdad. Se ha demostrado que hasta las valoraciones negativas pueden ayudar a vender libros, así que el mayor castigo que puede proporcionarse a un libro que no guste es ignorarlo. Teniendo esto en cuenta, cobra más importancia el dar a conocer nuestra pasión por las obras que sí valen la pena.