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La escandalosa vida de H. G. Wells

AutorGabriella Campbell el 11 de septiembre de 2012 en Divulgación

H. G. Wells

Tras crear algunas de las obras más importantes del género que más tarde se conocería como ciencia ficción, obras que él llamaba romances del espacio, Wells se dedicó a escribir, una y otra vez, sobre temas sociales y políticos. Uno de sus mayores intereses era la liberación sexual, y no hay duda de que fue un hombre que supo llevar a la práctica sus propias nociones acerca de lo que debería ser una relación más saludable de pareja. Wells buscaba nuevos estándares humanistas que formasen parte de su visión de lo que debería ser un mundo perfecto, y esto se vio reflejado en su curiosa vida amorosa que incluso a día de hoy podría considerarse poco común.

A finales del siglo XIX Wells se casó con su prima, Isabel. Ninguno de los dos tenía mucha experiencia en las lides sexuales: Herbert George, con 25 años, solo había conocido carnalmente a una prostituta, y pronto se dio cuenta de que su esposa no tenía el mismo interés en descubrir los placeres de la alcoba que él. No duraron mucho, y en 1895 se divorciaron. Wells comenzó un romance con su estudiante, Amy Catherine Robbins, a quien prefería llamar “Jane”. Se casaron al poco del divorcio con Isabel, y vivieron juntos como marido y mujer hasta la muerte de “Jane” en 1927.

Parece ser que Jane y Herbert George tenían algún acuerdo en relación a las costumbres amorosas de este último, ya que ella le permitía tener todo tipo de encuentros con otras mujeres (y hasta mantenía contacto con algunas de ellas). Jane aceptaba como algo normal y cotidiano la intensa vida extramarital de su esposo, que decoraba su hogar con fotografías de sus amantes y se costeaba un apartamento en Londres para las visitas de sus queridas.

Wells y su legítima tuvieron dos hijos, pero fue padre de dos más (que él reconociera, cabe la posibilidad de que fueran más). El primer bastardo nació de Amber Reeves, la joven hija de una de las familias más importantes de la capital británica, y el segundo de Rebecca West, una crítica y escritora feminista que llamó su atención tras reseñar de modo muy negativo una de sus novelas. En aquel entonces Rebecca tenía unos veinte años, y Wells tenía 46, pero ella se vio conquistada por su encanto e inteligencia. Muchos dicen que después de su esposa fue la mujer más importante de su vida: sus encuentros duraron casi una década, hasta que finalmente fueron sustituidos por el ardor de otros amantes y por el miedo de Rebecca de que su reputación se viera severamente dañada por su relación con el escritor.

Lo curioso es que, con tantísimas amantes como se calcula que tuvo (hasta bien entrado en años seguía acudiendo a sus numerosas citas en su nidito de amor de Londres), tuviera tiempo para escribir tal cantidad de libros. Aunque lo conocemos por obras especulativas como La máquina del tiempo y La guerra de los mundos, produjo todo tipo de textos, desde la crítica social y política que ya hemos mencionado a libros de historia o didácticos. En cualquier caso, era un hombre de múltiples identidades: ateo, socialista, comprometido con toda una serie de nuevas y revolucionarias ideologías, adelantado a su tiempo de mil maneras y que sabía conjugar su vocación absoluta de Don Juan con una vida familiar más o menos estable y tranquila.

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