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La muerte de un escritor

AutorAlfredo Álamo el 21 de mayo de 2012 en Opinión

Carlos Fuentes

La reciente muerte del gran escritor mexicano Carlos Fuentes, una de las voces más importantes de la literatura en castellano del siglo XX y autor de títulos como Aura o La muerte de Artemio Cruz, me hace reflexionar sobre la condición del autor más allá de su propia vida. Con esto quiero decir que hay autores, como el propio Fuentes, cuya obra, magnífica, va acompañada además de una serie de posiciones éticas y filosóficas, una trayectoria vital más allá de lo literario que deja tras de sí una presencia difícil de igualar.

Pero no todos los autores son Carlos Fuentes. La vida de un escritor puede ser inspiradora y envidiada, puede dejar un legado literario amplio y reconocido; hasta es posible que, con el tiempo, hasta los propios escritores formen parte hasta tal punto de la cultura popular que aparezcan convertidos en los personajes de otros autores. A veces, por desgracia, la vida se complica y el éxito aparece después de muerto; otras, de manera curiosa, el reconocimiento se tiene en vida pero a los pocos años se es completamente olvidado.

Tenemos autores que dejaron de escribir, como Rimbaud, cuyos versos de Una temporada en el infierno le hicieron famoso, pero que su trayectoria vital lo llevó a ser mercenario y traficante de armas en Etiopía. Otros, sencillamente, se suicidaron al no poder encontrar una salida a su novela, como John Kennedy Toole. Que luego le dieran un Pulitzer por La conjura de los necios no deja de aumentar la leyenda y la triste ironía de su historia. No podemos dejar de mencionar a Edgar Allan Poe o a H.P. Lovecraft, ambos malvivieron de sus letras y hoy en día sus nombres son mundialmente conocidos.

Hay casos peores, como el de Emilio Salgari, cuya obra se convirtió en universal mientras sus editores le pagaban una miseria, situación que le llevó al suicidio. Otros autores casi mueren de inanición antes de colocar sus obras, como fue el caso de Julio Verne. En el lado español conviene no olvidar que Galdós murió ciego y arruinado, aunque ahora se le reconozca como el gran autor del realismo. El fracaso tras el éxito es algo que también le pasa a los escritores: Sándor Márai fue uno de los autores con más éxito de la Europa de entreguerras, pero tras exiliarse de Hungría no levantó cabeza. También se suicidó. Hoy en día sus obras se vuelven a reeditar con éxito.

Así pues, la sombra de un escritor muchas veces no se puede medir sólo con su obra, ya que esta está sometida muchas veces al azar, a la historia que le toca vivir. Grandes autores cuya producción se olvida conviven con malos autores convertidos en bestsellers, pocos son, entonces, aquellos cuya fuerza es capaz de ir más allá de lo literario y convertirse en grandes figuras de la historia. Ese es el caso de Carlos Fuentes, otro de los que ya nunca recibirán un Nobel de Literatura, pero que jamás serán olvidados.

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(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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