Llega ese momento del año que todos habéis estado esperando, ese momento en que, una vez más, la ALA (Asociación de Bibliotecas Americanas) publica la lista de libros más conflictivos del año anterior. Así es, todos los años esta asociación comparte con el público general la lista de libros que más quejas y denuncias han recibido de padres enfurecidos, líderes espirituales y ciudadanos de a pie en los Estados Unidos. Esta lista es parte del 2012 State of America’s Libraries Report, un informe que documenta el estado de las bibliotecas estadounidenses, en el que este año se insiste sobre todo en la polémica que mantienen las bibliotecas con las editoriales por el tema del libro electrónico. Según el informe, empresas como Macmillan Publishing, Hachette o Simon and Schuster se han negado a vender ebooks a bibliotecas, mientras que otras como HarperCollins o Penguin han prohibido a las bibliotecas que presten sus obras electrónicas o han ofrecido un uso muy restringido de éstas.
Pero esa es harina de otro costal, un costal cada vez más problemático debido a la delicada situación legal que atraviesan varios grupos editoriales acusados de pactar precios de ebooks, y a tantos otros casos relacionados con el libro electrónico en un mercado confuso donde todavía no queda claro el valor ni el rol de la literatura digital. Por ahora, nos centraremos en el siempre entretenido mundo de las quejas formales, los lloriqueos y las protestas de aquellos que consideran que determinadas obras no deberían ofrecerse al público. Algunos títulos son de clásicos que repiten estancia en la lista, año tras año, otros son de obras nuevas que han gozado de gran éxito. Casi todas estas obras están dirigidas al público juvenil.
La primera de la lista ha sido la serie de libros escritos en formato sms ttly; ttfn; l8r, g8r. Parece ser que su uso indiscriminado de palabrotas, escenas sexualmente explícitas, referencias religiosas y carácter “maduro” (la obra muestra la vida del adolescente medio sin ningún tipo de tapujos), no ha gustado a las madres de América. A quien no parece importarle es a la autora, Lauren Myracle, que vende libros como rosquillas. Los demás son The Color of Earth, de Kim Dong Hwa (porque hay desnudos y por intentar educar a los lectores sobre temas sexuales), la trilogía de Los juegos del hambre de Suzanne Collins (¡es “anti-étnico”, “anti-familia” y satanista!), My Mom’s Having A Baby! A Kid’s Month-by-Month Guide to Pregnancy, de Dori Hillestad Butler (una guía del embarazo enfocada a niños que ofrece demasiada información sobre la procedencia de los bebés), El diario completamente verídico de un indio a tiempo parcial, de Sherman Alexie (por lenguaje inapropiado, contenido sexualmente explícito, racismo, y referencias religiosas), la serie Alice de Phyllis Reynolds Naylor (referencias religiosas, contenido sexual), Un mundo feliz, de Aldous Huxley (referencias religiosas, contenido sexual), What My Mother Doesn’t Know (Lo que mi madre no sabe), de Sonya Sones (contenido sexual, lenguaje ofensivo), la serie Gossip Girl, de Cecily Von Ziegesar (denunciada por drogas, lenguaje ofensivo y contenido sexual, pero yo más bien la denunciaría por hacer creer a la adolescente media que es posible tener un novio guapísimo y un armario lleno de ropa de marca) y, finalmente, Matar a un ruiseñor, de Harper Lee (lenguaje ofensivo, racismo). Tened en cuenta que las acusaciones por “referencias religiosas” suelen vincularse a libros que cuestionan el valor de las religiones organizadas, o que tratan religiones no cristianas. Parece ser que por ahora se han olvidado del satanismo de Harry Potter y de Crepúsculo, más que nada porque han surgido nuevas cabezas de turco a las que culpar de todos los males de la sociedad y del estado de la juventud hoy en día.