A la hora de lanzarse a escribir un libro hay que tener en cuenta una serie de consideraciones previas. Sentarse delante de una página en blanco y empezar a teclear puede ser un buen ejercicio para coger soltura pero raras veces nos va a llevar a alguna parte. Si bien cada escritor es un mundo, no está de más dedicarle un tiempo a encontrar la idea, esa historia que queremos contar y luego comenzar a modelarla.
Normalmente las historias encuentran a su escritor, bien por accidente o bien por insistencia. Los intereses, fobias, neuras y paranoias de un autor se dejan notar en todo lo que lee, busca o interesa. De ahí suelen salir las primeras ideas para una buena historia. Un artículo de periódico, un libro de Historia, una simple anécdota escuchada al azar… lo importante, al final, es tener claro qué quieres contar.
Una vez esa idea se ha formado en tu cabeza, lo mejor que puedes hacer es dejarla crecer y buscar algo de información al respecto, sin entrar todavía en la fase de documentación seria, de la que hablaremos más adelante, pero suficiente para que te des cuenta si esa trama, idea o historia, como lo quieras llamar, se puede sostener. En ese caso, es conveniente hacer un listado de puntos clave en la historia. No me refiero a una escaleta -también hablaremos de esto más adelante-, sino a una serie de imágenes, notas, escenarios y personajes fundamentales. Esa será la base que luego puedes utilizar para crear una estructura que sostenga la novela.
El siguiente paso es, para mí, personalmente, el más complejo. Se trata de encontrar la voz narrativa que va a conducir la historia. Ya sabéis, primera persona, narrador omnisciente, etc…, con todas las variaciones que puede haber, que son unas cuantas. A mí me gusta encontrar el estilo, la voz, la cadencia que le va a la historia, aunque es cierto que hay autores capaces de contar historias muy diferentes siempre con un estilo característico (como, por ejemplo, Paul Auster). Hay que tener en cuenta que esta decisión va a marcar por completo la novela, tanto en su desarrollo al escribirla como en la manera que va a ser leída. Digamos que es el primer momento de comunión entre el autor y el lector, aunque el lector todavía no lo sepa.
En más de una ocasión he comenzado a escribir, todavía sin tener muy claro hacia dónde, sólo para probar esa voz narrativa, para comprobar que se ajustaba a lo que yo quería. Otras veces me he encontrado atascado a mitad de la novela, dándome cuenta en ese momento que esa voz en concreto no funcionaba y volviendo a empezar a escribir desde el principio. Está claro que a unos escritores les es más fácil que a otros, pero esta elección creo que es fundamental a la hora de planificar la escritura.