En Lecturalia hemos publicado una serie bastante completa de artículos que analizan el proceso completo de producción de un libro, desde su escritura hasta su venta, explicando la función de todos los profesionales que suelen intervenir en dicha cadena, desde agentes literarios hasta encargados de prensa. Pero de lo que no somos conscientes por lo general es del negocio que se genera alrededor de ese proceso, un negocio relativo a los servicios complementarios por y para el escritor, que pueden ser útiles, necesarios o simplemente absurdos.
El escritor Ewan Morrison comentaba hace poco en un artículo para el periódico británico The Guardian que le resultaba sorprendente que la publicación de su obra The End of Books, un ensayo sobre el futuro del libro en una industria cambiante, le procuraría mayores ingresos que sus propios libros de ficción. Morrison se mostraba asombrado de que, a pesar de contar con un reconocimiento aceptable para sus obras, su ensayo, de una naturaleza mucho más práctica, producía una avalancha continua de invitaciones a conferencias, congresos y lecturas; evidentemente la industria editorial estaba muy interesada en lo que tenía que decir, pero también los propios escritores, preocupados por los cambios que están afectando a su ya de por sí volátil profesión. Morrison apuntaba, con gran acierto, que estamos en un momento burbuja en el que crece de manera exponencial la demanda de información para escritores en estos tiempos inciertos: las librerías, sobre todo las virtuales, están llenas de libros que explican cómo crear y vender un libro electrónico.
Algo parecido ocurrió (y hasta cierto punto sigue ocurriendo) con las bitácoras online. Si bien sólo hay una decena de personas en el mundo que pueden haberse hecho millonarias con su blog (y gran parte de ese dinero proviene de ofrecer cursos, conferencias y actos similares, por no hablar de ventas de productos afiliados), se produjo una explosión de manuales para crear blogs de éxito. Ahora que los blogs parecen entrar en declive frente al poder de atracción de las redes sociales, surgen obras especializadas, unidas también a conferencias, talleres y cursos, dedicadas a enseñar al escritor a promocionarse a través de éstas. Uno no puede dejar de preguntarse si los escritores que realmente han obtenido un gran número de ventas gracias a las redes sociales estaban apuntados a estos cursos o si han recurrido a a) un talento natural de márketing o b) un spam tan insidioso y pesado que todo el mundo ha acabado comprando su libro sólo para poder respirar tranquilo. Por no mencionar que los escritores que han conseguido un alto volumen de ventas a través de las redes sociales son, realmente, muy pocos, y deben su éxito más bien a conceptos novedosos de venta e ideas de promoción muy originales y creativas.
El escritor se halla sujeto a la caza y captura al igual que lo está el ciudadano medio. El mercado está repleto de libros sobre cómo enriquecerse en cinco minutos, perder ocho kilos en tres días o encontrar la felicidad en los posos del café, ¿cómo no iban estos mismos productores de libros en cadena aprovecharse de esta burbuja de la que habla Morrison? Y cuando la burbuja explote, cuando el mercado esté saturado y/o el escritor decida que no necesita ocho manuales de cómo vender millones de libros a base de anuncios en Tuenti, no importará: siempre habrá un nuevo campo que explorar.