Con motivo de la publicación de su más reciente (y muy esperado) libro, Diario de invierno, el escritor estadounidense Paul Auster ha estado planeando su gira mundial. Auster cuenta con lectores por todo el mundo, y su presencia será bienvenida allá por donde pase. Sin embargo, hay dos lugares donde ha dejado muy claro que no realizará presentaciones, debido a su actitud represiva respecto a escritores y periodistas: China y Turquía.
Aunque Turquía es uno de los países más populares de Oriente Medio, por su economía en desarrollo, su identidad musulmana o incluso su régimen democrático, la realidad es que se trata de un país donde hay encarcelados más de 100 periodistas y autores, todos conocidos por ser críticos con el sistema de gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan. A muchos de los encarcelados se les acusa de colaborar con grupos separatistas kurdos, pero es difícil negar que varios de estos nombres pertenecen a escritores y reporteros de reconocida valía a nivel internacional. La mayoría ni siquiera han sido condenados todavía, y debido al lentísimo ritmo de la justicia turca podrían pasar todavía mucho tiempo en prisión a la espera de juicio. El presidente turco, no obstante, se ha tomado la decisión de Auster como una afrenta personal, llegando a defenderse en un encuentro oficial con los miembros de su partido; Erdogan no entiende la actitud del escritor, niega que los encarcelados estén privados de su libertad por motivos políticos, y acusa al autor de Brooklyn de hipócrita, ya que no muestra escrúpulos a la hora de visitar Israel, país que, según Erdogan es una “auténtica teocracia”. La respuesta de Auster no se ha hecho esperar: “piense lo que piense el Presidente del estado de Israel, el hecho es que allí hay libertad de expresión y no se encarcela a los escritores y periodistas”.
Lo más sorprendente de todo esto no es la actitud de Auster, que ha sido en todo momento respetuosa y tranquila, sino la indignación del presidente turco que ha convertido el asunto en noticia internacional. Da mucho que pensar que un escritor, de una procedencia totalmente distinta y lejana de la del primer ministro, tenga la capacidad de soliviantar de tal manera a nada menos que al jefe de estado de un país. Erdogan se burló del escritor preguntándole si acaso Turquía perdería su prestigio si Auster no acudiera a presentar su libro, pero los analistas concluyen que en efecto, la decisión del escritor de evitar este país y las débiles excusas al respecto de Erdogan pueden debilitar de manera significativa la imagen del país frente a la prensa y política internacional, poniéndolo de nuevo en el eterno punto de mira de una Europa celosa de los derechos humanos. Por otro lado, los propios turcos deben de sentirse muy decepcionados, ya que el escritor estadounidense goza de su admiración: 26 de sus libros están traducidos al turco y la presencia del autor de Diario de invierno sería un valioso aporte para sus lectores.
Paul Auster
Diario de invierno