En la escritura, como en cualquier área de conocimiento, todo el que ejerce, sea profesional, aficionado o algún ente intermedio por definir, cabalga sobre los hombros de gigantes. Todos, en algún momento, nos hemos sentido apabullados por el talento de un gran escritor, y su influencia es inevitable, aunque ni siquiera sea de una manera consciente. ¿Pero cuáles fueron los autores que más prestigio obtuvieron en la estantería de nuestros escritores favoritos?
Más allá de los clásicos innegables, literatos como Shakespeare o Cervantes, aparecen nombres, sean o no sean de primera división, de un modo constante en entrevistas, autobiografías y ensayos de autores. Uno de los nombres recurrentes es el de H. G. Wells, conocido por obras como La guerra de los mundos y favorito de muchos. Borges era un gran admirador y decía de él que era “un admirable narrador, un heredero de las brevedades de Swift y de Edgar Allan Poe”. Para él, parte de la grandeza de Wells se hallaba, precisamente, en sus espléndidos antecesores. Y su herencia no ha sido menos extraordinaria, ya que de su fuente han bebido innumerables escritores de ciencia ficción, entre los que podríamos destacar a Robert Silverberg (él mismo define su obra The Alien Years, publicada en 1997 y nominada al premio Locus en 1999, como un claro homenaje a La máquina del tiempo), o a Arthur C. Clarke, conocido sobre todo por su célebre 2001: Odisea en el espacio, que también era un conocido admirador de Wells, al igual que tantos otros del género de la ficción especulativa. El enfrentamiento del hombre con lo desconocido, su impulso a través de diferentes niveles de existencia (lo social, lo tecnológico, incluso lo político) son aspectos de la obra de Wells que también marcaron con fuerza al gran George Orwell, cuyo 1984 se mantiene en la línea distópica que ya presentó el primero en su engañoso viaje al futuro en La máquina del tiempo. Sin embargo, goza asimismo de seguidores alejados de este entorno fantástico, como Nabokov, que reconocía haber seguido mucho a Wells en su juventud y que estaba enamorado de ciertas escenas de Amigos apasionados, un relato de Wells de 1913.
Por otro lado, a pesar de las tendencias izquierdistas del Sr. Herbert George, tenía también importantes aficionados de creencias muy alejadas a las suyas. C. S. Lewis, creador de las archiconocidas Crónicas de Narnia, se declaraba “bajo la influencia” de Wells, tanto que sentía la necesidad de “exorcizarlo” o expulsarlo de su estilo y escritura.
Las influencias siempre son interesantes, y por supuesto necesarias para el estudio literario. Se agradecen también como recomendaciones: si un autor nos encanta, es muy probable que los autores de los que éste, a su vez, disfrute, sean también de nuestro agrado. Para esto pueden ser muy útiles proyectos como el blog Las afinidades electivas, una red de poetas que se conectan y recomiendan entre sí, produciendo una experiencia enriquecedora, preseleccionada, para los amantes de la buena poesía. Si tuviéramos que hacer una red interactiva con un escritor como Wells, seguramente las conexiones serían interminables.
La guerra de los mundos