En Sopa de Miso el escritor japonés Ryu Murakami disfraza de thriller una foto fija, aunque parcial, de la sociedad japonesa. Murakami nos habla de un país desubicado, que ha perdido la capacidad para comunicarse con los demás, una juventud cuyos referentes son de una sociedad que no comprende, en el que chicas de instituto pueden llegar a prostituirse para conseguir algo parecido al afecto, donde la gente está terriblemente sola. Este es el Japón al que nos traslada Murakami centrando la acción en los últimos días del año 1996.
Kenji es un joven de 20 años que miente a su madre sobre sus estudios y que trabaja como guía turístico ilegal, llevando a extranjeros, fundamentalmente norteamericanos, a la zona de prostitución de Tokio. Su último cliente es Frank, un estadounidense que lo contrata para las tres noches que le quedan en Tokio después de un viaje de trabajo. Pero, desde un principio Kenji encuentra extraño a Frank, le da la impresión de que miente sobre detalles sin importancia y su comportamiento se va haciendo cada vez más raro; no puede dejar de pensar en la reciente muerte sádica de una adolescente que “lo vendía”, eufemismo para indicar que se dedicaba a la prostitución, y empieza a obsesionarse con la posibilidad de que Frank esté relacionado. Después de todo, ¿qué hay más norteamericano que un psicópata asesino?
Mientras le enseña a Frank los “entretenimientos” de Tokio se van encontrando con personas cuyas vidas parecen impostadas, prostitutas que intentan pasar por amateurs, oficinistas borrachos desgañitándose en un karaoke; frente a estos la historia de Frank parece sólida, viva, aunque parezca surgida de una película de serie B.
Murakami comenzó su carrera de escritor con el best seller Azul casi transparente con el que consiguió el premio Akutagawa en 1976. Tanto en su faceta de escritor como de director de cine, Murakami destaca temas como la sexualidad o la violencia, poco que ver con el otro Murakami. Me ha llamado poderosamente la atención que la traducción de la novela parte de la traducción al inglés en lugar del original, una práctica editorial que creía desterrada hace años.
Ryu Murakami