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Cómo se hace un libro (III): El inicio del proyecto editorial

AutorVíctor Miguel Gallardo el 24 de diciembre de 2011 en Divulgación

Proyecto

Aunque a lo largo del proceso de elaboración de un libro el editor puede llegar a introducir modificaciones de casi cualquier tipo, hay una serie de elementos que ha de tener planificados de antemano. Lo principal es conocer la expectativa que el título que se planea publicar generará en el mercado, si responde a una demanda real o no, cuál es el público objetivo (o target), así como detalles técnicos tales como el formato de publicación o el precio de comercialización. Una vez solucionadas ciertas problemáticas junto a los responsables de marketing y de producción, se pasaría a la negociación con el autor, firmando un contrato, estableciendo cuáles serán las regalías y los adelantos de derechos y, por supuesto, fijando una fecha tope (en el caso de los libros por encargo) para la entrega del material, así como determinar la extensión que tendrá.

Por otra parte, muchos autores, sobre todo los noveles, no son conscientes de que la presentación de originales completos no es a veces lo más apropiado, sobre todo en ciertas editoriales. Es lógico pensar que una editorial, para que valore una novela, debe tener esta ya finalizada en sus manos, pero ¿no es igualmente razonable darse cuenta de que en editoriales de pequeño y mediano que no cuentan con personal específicamente empleado para la lectura y valoración sería mejor ponerles las cosas más fáciles? El autor haría bien en dejar su original bien guardado y redactar una presentación de su obra más o menos detallada. La más simple podría reducirse a una sinopsis y una pequeña parte del texto (un par de capítulos, por ejemplo), material más que suficiente para que el editor se haga una idea de la obra. Si a la sinopsis general y al texto de ejemplo añadimos una escueta sinopsis de cada capítulo, una evaluación del público al que va dirigido (argumentando las razones por las que será atractiva la obra) e incluso una DAFO en la que pormenorizar las fortalezas y debilidades respecto a otros libros publicados, mejor que mejor.

Cuando el original (o la propuesta de hacer cierto libro) llega al editor nos podemos encontrar con un problema: aunque se presupone en él una cultura general amplia, puede que el tema tratado, sobre todo cuando hablamos de ensayos, no le sea siquiera familiar. No obstante, cualquier editor con cierta experiencia debería ser capaz de valorar el interés de la propuesta simplemente formulándose ciertas preguntas básicas acerca de la consistencia lógica de la obra, de la coherencia de su estructura, o de si la información que presenta está fundamentada. En el caso de una novela es tan sencillo como comprobar que la prosa es sólida y el argumento se sostiene, sin olvidar otros factores que harán “vendible” el libro final.

Otro aviso a escritores en ciernes: los editores muchas veces se mueven por instinto, y valoran cada detalle antes de lanzarse a aprobar un libro. La comunicación con el autor es, entonces, un tema peliagudo: un autor que, incluso antes de firmar el contrato, se muestra agresivo, tarda en contestar correos electrónicos (o no coge el teléfono) o es descuidado en la redacción de sus mensajes hará plantearse al editor muchas cosas, y no precisamente buenas a la hora de decidirse finalmente por su obra. En este sentido, y dado que en este punto del proceso es la editorial la que tiene la sartén por el mango, es normal pensar que el escritor ha de ser más permisivo con el editor que viceversa, algo que cambiará una vez se haya formalizado la relación de forma contractual.

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