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Cultura y Ciudad

AutorGabriella Campbell el 23 de diciembre de 2011 en Divulgación

Libros - Ciudad

¿Qué es lo que hace que una ciudad sea “cultural”? ¿Qué es lo que hace que una ciudad tenga fama de intelectual, de culta, más aun, qué es lo que hace que sea una ciudad literaria? En nuestro artículo sobre las ciudades más literarias basado en la selección que realizó National Geographic, descubrimos que las ubicaciones literarias por excelencia eran aquellas que incluían rutas turísticas dedicadas a escritores famosos (algunas más alcohólicas que otras), librerías gigantescas y espectaculares ferias del libro. Pero, si reflexionamos sobre ello, ¿no sería el número de lectores visibles un factor fundamental? ¿De qué sirven las casas-museo de escritores si no hay interés manifiesto de los ciudadanos por la lectura?

Esto es algo que ha tenido muy en cuenta Chris Gilson, un investigador de la London School of Economics, que en un concurso reciente de ideas para la ciudad de Londres expresadas a través de Twitter, sugirió la creación de una red de intercambio de libros en las más de 700 estaciones de tren y de metro que existen en la inmensa urbe londinense. La sugerencia ha tenido una muy buena acogida por parte del alcalde, Boris Johnson, que ha asegurado que se intentará llevar a cabo para coincidir con las Olimpiadas del 2012, que se celebrarán en Londres. Aunque la capital británica ya es, de por sí, una de las ciudades más relevantes del mundo de la literatura, Johnson quiere afianzar su imagen de ciudad lectora animando a los habitantes a intercambiar sus ejemplares, favoreciendo también de esta manera el reciclaje de libros que, de otro modo, podrían acabar en la basura. Debido a las restricciones actuales de los ebooks y sus lectores electrónicos, el acto de compartir sigue siendo un terreno propio del libro en papel, y una red oficial de préstamo social (máxime en un entorno propicio como es el transporte público, lugar de lectura principal para una gran cantidad de viajeros que aprovechan el paréntesis de tiempo que ofrece el tren o el metro para avanzar con una buena obra) impulsaría la ya pujante afición de los londinenses por la lectura en movimiento. La idea no es original: ya existen algunos de estos puestos de intercambio, pero se reducen a tres, y Gilson pretende que todas las estaciones tengan su propio punto de lectura. Esta nueva vida para los libros podría servir de ejemplo para otras grandes ciudades, y por otro lado otorga a esta en concreto una imagen poderosa de cultura y amor por lo literario, muy conveniente para unas Olimpiadas, evento en el que la ciudad anfitriona se halla siempre bajo el más estricto escrutinio. Eso sí, Johnson ha dejado muy claro que la idea se desarrollará siempre que no le cueste ni un penique a los contribuyentes, así que como Gilson no se ponga a reclutar twitteros voluntarios o surja alguna empresa privada que vea alguna forma de rentabilizar el proyecto, es posible que una buena idea se quede simplemente en eso, en una buena idea.

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