En China ha surgido un modelo que muchos países estudian ya importar para su propio provecho, la edición freemium. El modelo conocido como freemium no es un concepto novedoso, ya que hace referencia a cualquier empresa que ofrezca servicios gratuitos, con una porción, por otro lado, de servicios de pago no obligatorios. Ahí tenemos a Spotify , por ejemplo, o muchos juegos de rol masivos como Runescape o Age of Empires Online. El gigante asiático ha decidido aplicarlo al texto literario, de manera que los escritores pueden compartir su obra de manera seriada a un sinfín de lectores, que a su vez pueden disfrutar de una gran cantidad de contenido gratuito y votar por sus textos favoritos. Los textos más populares pasan a una sección VIP de pago, que exige a los lectores que aporten una cantidad para poder ver cómo avanza su historia favorita. Los costes para los lectores son muy reducidos (hablamos de céntimos), pero a la vez muy rentables para las empresas online y para los propios escritores, que reciben una parte importante del pastel. Lo interesante de estas webs de literatura freemium es que algunas están asociadas con otras empresas de entretenimiento, por lo que de un libro de éxito pueden salir todo tipo de adaptaciones, sobre todo al videojuego, una industria de inmensa aceptación en el país asiático (un ejemplo perfecto de esto es la web de Shanda, que además se ha abierto al mercado de los lectores electrónicos, donde ha conseguido que su Bambook haya copado un porcentaje importante del mercado de los e-readers). De este modo, el libro impreso no es la finalidad última de la producción del escritor, sino el videojuego, la televisión, el lector electrónico o el móvil, formatos mucho más rentables para las grandes empresas de ocio; y no se trata de un proyecto que cuente con un minúsculo nicho de mercado, según recientes estudios hasta un 40% de los internautas chinos visitan este tipo de páginas. Veremos si este lucrativo sistema saltará el charco, ya que el lector medio europeo sigue, por ahora, enamorado del libro en papel; en la actualidad proliferan las plataformas que pretenden compartir la obra del escritor con sus lectores, pero más bien en calidad de preventa o como incentivo para ayudar a su financiación en caso de autoedición. Lo que está claro es que se trata de un sistema que recompensa al escritor valiéndose sólo en su capacidad para gustar, más allá de criterios editoriales o económicos.
Uno no puede dejar de preguntarse si muchos escritores de calidad se prestarían a este tipo de producción seriada, frente al criterio, no siempre óptimo (pero siempre líder), de las grandes masas. Por otro lado, la posibilidad de tener un catálogo tan amplio de lectura gratuita o casi gratuita es muy atractiva para el consumidor voraz de ocio, y más aun para el escritor en ciernes, que busca pulirse, darse a conocer y/o rentabilizar su trabajo; por no hablar de la eliminación de los intermediarios que tradicionalmente consumen el bocado más importante de los beneficios literarios: imprentas, puestos de venta, distribuidores, agencias de publicidad… De nuevo aparece el sueño dorado de la publicación digital: ofrecer productos literarios a precios razonables que proporcionen una remuneración digna (o por lo menos proporcionada) al auténtico responsable del texto, el propio autor. El tiempo dirá si resultará en éxito o en desastre: si se convertirá en una salida eficiente de creación textual, con una justa retribución al escritor, o si será, como parece ser el futuro más inmediato del ebook, una nueva manera de producir texto mediocre con la mayor rentabilidad posible para las grandes empresas y un escaso beneficio para el responsable directo.