Cada año, según el INE, se suicidan en España unas 3500 personas, cifra que podría ser más alta si hacemos caso a los datos de la Sociedad Española de Psiquiatría Legal, que calcula una tasa de suicidio de de 10,5 por cada 100.000 habitantes, lo que nos daría un total de 4500 muertes. Sin embargo, y pese a ser una cifra más que considerable (estaríamos hablando de más de doce muertes al día), los medios de comunicación mantienen un pacto tácito para obviar el tema. Así, es casi imposible encontrar información en la prensa acerca de suicidas, a no ser en el caso de personajes famosos.
En el caso concreto español, tenemos una lista bastante poblada de escritores que recurrieron al suicidio, como por ejemplo el hispano-mexicano Pepe Alameda, el granadino Ángel Ganivet (que acabó con su vida tirándose al río Dvina, en Letonia, después de haber sido salvado de otra intentona), el también granadino Javier Egea (uno de los más importantes poetas de finales del siglo pasado), José Agustín Goytisolo, Mariano José de Larra, el historietista Josep Coll o Felipe Trigo. No es casualidad que sean todos hombres: aunque según los datos manejados por las instituciones las mujeres intentan más quitarse la vida, la mayoría de los suicidas son hombres (triplican el número de muertes de las mujeres) debido a que utilizan métodos más contundentes. Así, mientras que las mujeres prefieren la ingestión de pastillas o cortarse las venas de las muñecas, sistemas ambos muy proclives a no lograr su cometido, los hombres suelen saltar al vacío, conducir de forma temeraria o utilizar armas de fuego. Sin embargo, el dato es escalofriante: el suicidio es la primera causa de muerte en España en mujeres entre 30 y 34 años.
Sin embargo, y como ya hemos dicho, los medios de comunicación suelen obviar el tema del suicidio excepto en casos muy concretos. La razón es bastante lógica: algunos estudios han demostrado que la publicidad de este tipo de casos genera un “efecto llamada” y dispara el número de intentonas… y desgraciadamente también el de muertes. En países con tasas de suicidio mucho más altas que en España, caso de los Países Escandinavos o Japón (por poner los dos ejemplos típicos), saben de sobra de esto, y aconsejan hablar lo menos posible del tema. La razón podría ser, entre otras, que no todos los suicidas buscan la muerte per se, si no también notoriedad. El silencio en los medios de comunicación anula esta notoriedad buscada, lo que se traduce en menos suicidios.
El sociólogo Juan Carlos Pérez es el autor de La mirada del suicida. El enigma y el estigma. La edición de este libro ha conseguido, cosa rara, repercusión mediática. Sorprende ya no sólo por la temática, sino porque el libro no ha sido publicado por ninguna editorial de las que suelen copar las páginas culturales de la prensa.
Según Pérez, nueve de cada diez suicidas lo son debido a enfermedades mentales, particularmente las depresiones. Menos de uno de cada diez se suicida por otras cuestiones: adicciones, enfermedades crónicas, aislamiento, etc. Y el mayor factor de riesgo, como no podía ser de otra manera, es el haber tenido anteriormente otros intentos de suicidio. Las dos etapas vitales en las que hay mayor incidencia del suicidio son la adolescencia y la vejez, algo que también hay que considerar.
La mirada del suicida. El enigma y el estigma está ya en las librerías españolas, y previsiblemente también verá pronto la luz en México, dado que la editorial Plaza y Valdés, la responsable de su edición, mantiene un doble catálogo entre ambos países.
Juan Carlos Pérez Jiménez
La mirada del suicida: el enigma y el estigma