Muchos empiezan a acusar al ebook, de matar a la librería tradicional, si bien es cierto que más que el ebook quizá sea la implantación de la compra por Internet la que ha comenzado a revolucionar no sólo el sector de las ventas de libros, sino el de la tienda tradicional.
Hay que recordar, no obstante, que los centros comerciales y las grandes cadenas dedicadas al libro ya iniciaron el declive de las pequeñas librerías de barrio. Ahora parece que el libro electrónico es el demonio, pero el negocio del ebook no llega ni para arañar a las librerías más humildes; es fácil construir titulares periodísticos bajo el miedo a lo nuevo, pero, sinceramente, ha hecho más daño la fuga de compradores a las grandes cadenas de librerías que todos los libros electrónicos vendidos hasta la fecha.
Sin embargo, no hay que perder de vista el futuro. Creo que es evidente, a tenor de lo ya visto en el mercado americano, que el volumen de ventas online (tanto de libros físicos como digitales) tiende al crecimiento con un ritmo altísimo, y no hacer balance de cómo puede afectar esto a la pequeña y mediana librería es ponerse una venda en los ojos.
Por un lado hay que aceptar que nos encontramos ante un cambio muy importante en cuanto a las costumbres de compra. Esto quiere decir que si en la librería no encontramos un valor añadido al simple hecho de pagar por el libro y llevárnoslo a casa con el tiempo es posible que dejemos de ir. Está claro que hay aficionados al libro que sólo por el hecho de estar en una librería, rodeados de ejemplares multicolores por todas partes ya obtienen ese plus, pero claro, por desgracia en este país los lectores así son la minoría dentro de una minoría.
Por eso, supongo, se hace más común encontrar cafés y bares amalgamados con librerías, en mayor o menor medida. El ambiente distendido necesario para tomarse un café, quedar con los amigos y tener a mano un montón de libros se agradece bastante, y de paso se genera otra fuente de ingresos. Del mismo modo, otro reclamo puede ser el del librero sabio, ese que se conoce de memoria todo su catálogo y además recuerda qué libros nos gustan. Imprescindible figura que si sobrevivió a la implantación de las grandes cadenas, debería sobrellevar el impacto de las nuevas tecnologías.
En cuanto al librero digital, ahí es donde surgen las dudas. Hoy por hoy las tiendas de libros online de nutren principalmente de las opiniones de sus usuarios para generar recomendaciones, Amazon tiene un sistema ejemplar, pero es cierto que a medida que aumenta el volumen de libros disponibles (y no bromeo cuando digo que cada día se publican digitalmente miles de ellos) el ruido aumenta.
Cuando digo ruido me refiero a una verdad incómoda que a muchos molesta: hay libros muy malos, pésimos, me atrevería a decir que infames, conviviendo con otros simplemente anodinos, además, claro, de los regulares, interesantes, buenos y extraordinarios. ¿Es suficiente esa masa crítica de usuarios para separar la paja del grano? Yo creo que no. Es imposible que sólo el grupo de lectores pueda hacer algo así ya que nos acercamos a una situación en la que parece que habrá tantos escritores que será imposible obtener un número de valoraciones suficientes para cada uno de ellos. Si acaso habrá una recomendación aceptable en base a unos círculos de escritores-lectores, lejos de abarcar lo que sería deseable.
Espero que los libreros digitales, sus editores y los propios autores, con la vista puesta en el futuro, comiencen a trabajar para generar sistemas por los que encontrar obras interesantes, más allá de las viejas técnicas heredadas de las librerías tradicionales, como el pagar por los lineales o las pirámides de best-sellers. Estamos ante un cambio que necesita más que nunca del análisis de los expertos, no de una crítica, simplemente de un cuidado del género que en una tienda se ofrece a su clientela.