Hace poco, el escritor Warren Adler escribió un artículo para el periódico estadounidense The Huffington Post donde meditaba sobre las preguntas que realizan con mayor frecuencia los lectores a sus autores favoritos. Según Adler, estas son tres: ¿Cómo escribes? ¿Cuándo escribes? Y, ¿de dónde te vienen las ideas?
Está claro que las dos primeras son mucho más sencillas de contestar que la tercera. La primera se interesa por la manera física: si el escritor escribe a mano, si utiliza una máquina de escribir o un ordenador, es decir, qué formato prefiere para crear. La segunda hace referencia a la parte del día en la que el escritor se sienta a trabajar, si lo hace a primera hora de la mañana, a última hora de la noche, después de comer, etc. La última tiene respuestas infinitas, ya que parece intentar atrapar la esencia misma de la inspiración. Con frecuencia, estas preguntas las realizan lectores que no sólo son lectores, sino aspirantes a escritores. A través de las respuestas de los grandes pretenden aprender a hacerse ellos mismos también profesionales del arte de escribir.
Adler ofrece algunas perspectivas, pero lo interesante es que no hay una respuesta única para ninguna de las tres preguntas. En lo que se refiere a las dos primeras, entran en juego las manías y peculiaridades de los autores. Muchos escritores famosos han llevado un ritmo desordenado para la escritura, garabateando en cualquier papel o máquina que tuviesen a lado. Otros disponen de una disciplina casi espartana que les lleva a escribir siempre a la misma hora, en un ejercicio continuo de más de seis horas diarias (imagínense a Murakami, que tras esas seis horas de escritura sale a darse un garbeo de 10 km corriendo). Algunos coinciden en la necesidad de eliminar las distracciones yéndose a una habitación especial, apartada, y otros insisten en que es más fácil escribir en un espacio pequeño. En una era digitalizada como la nuestra, sigue habiendo muchos que prefieren el lápiz y el papel, o aquellos que utilizan viejas Olivettis u obsoletos procesadores de texto. Aunque pueda ser útil para el aspirante a escritor conocer algunas técnicas que ayuden a fomentar la disciplina, es obvio que para cada persona las necesidades son diferentes. Hay cientos de libros que analizan y aconsejan diversos métodos para la escritura. Para simplificar, y resumiendo lo que exponen tantos expertos en la materia, pueden resultar bastante provechosos los siguientes consejos:
-Primero, escribe todos los días.
-Segundo, escribe por lo menos noventa minutos al día, sin parar.
-Tercero, procura escribir a primera hora del día, ya que por lo general es la más productiva (y habrá menos posibilidades de que surja algo a lo largo del día que te impida escribir).
-Cuarto, una vez establecidas estas costumbres, elige un día a la semana para descansar, un día en el que tu cerebro pueda “reiniciarse”, proporcionándote tiempo para procesar todo lo realizado durante la semana.
Aparte de estas recomendaciones, existen algunos trucos para ayudarnos a cumplir con estas premisas, como realizar una lista de todas las tareas del día antes de empezar a escribir, para evitar preocuparnos por lo que tenemos que hacer más tarde mientras estamos escribiendo. Esta misma lista también puede utilizarse para apuntar ideas que se nos vayan ocurriendo mientras escribimos, o referencias para la documentación relacionada con nuestro trabajo. Por lo general, los expertos coinciden en que el acto de escribir debe ser un acto separado del trabajo de documentarse, investigar y otras actividades relacionadas con la escritura, para mantener un ritmo con la mayor fluidez posible y evitar perder la concentración. Cuando uno tiene la disciplina y la práctica necesaria para escribir lo que quiere, encontrará que la inspiración, esa esquiva musa que responde a la tercera pregunta de uso frecuente, llega inesperada, a veces mientras uno trabaja, a veces mientras uno descansa, pero firmemente insertada en la mente del que vive para escribir.