Se compensará de alguna manera, a lo mejor los libros se leen gratis y cobramos por hacernos fotos, pues ahora en vez de pedirte la firma la gente se hace una foto, cobraré un euro por foto y me ganaré la vida así…
La frase es del escritor, que a estas alturas no necesita presentación, Eduardo Mendoza, y ha aparecido en un par de medios digitales de gran calado en los últimos días, en una entrevista en la que, seguramente sin pretenderlo, toca un par de temas polémicos. Éste es el primero, proponer que se traslade al mundo de la literatura generalista un modelo que ya funciona en algunos ámbitos, especialmente el de la televisión. El segundo también tiene miga: afirma Mendoza que los escritores han vivido en los últimos años un período de bonanza desconocido, al menos al compararlo con épocas anteriores en las que incluso autores de éxito apenas podían disfrutar las migajas de los beneficios obtenidos de sus obras, período de bonanza que ahora desaparece.
La afirmación que abre este post nace de una declaración polémica que, por lo menos a mí, me ha extrañado muchísimo. Que la extrañeza nazca del verdadero sentir de Mendoza, de la tergiversación de los medios de comunicación o de un simple lapsus del escritor, eso ya no lo sé; lo que sí sé es que no es muy habitual que un escritor admita sin reparos que la mayor razón que le mueve a escribir es la económica. Porque este comentario vino precedido de otro en el que afirmaba que saber que sus libros podrían ser leídos gratuitamente podría quitarle parte de la motivación para escribir.
La opción que señala Mendoza, la de cobrar por fotos (o por autógrafos) está más que suficientemente extendida, ya no sólo en Estados Unidos, donde empezó hace treinta años aproximadamente, sino en Europa. Es un complemento perfecto al sueldo de actores y actrices (también guionistas y directores, por supuesto) especialmente de series de televisión llamémoslas de culto, que no suele ser muy alto, y además cumplen otra función: posibilitan la asistencia de estas estrellas alternativas en convenciones de aficionados que, de otra manera, no podrían, por presupuesto, traerles. Aunque se suele asociar este fenómeno a la franquicia Star Trek, en la que probablemente nació, es mayoritario en género de la ciencia ficción y la fantasía. Un ejemplo reciente sería Battlestar Galactica: algunos de sus actores incluso visitaron una convención en España bajo este método, en una convención que establecía tarifas de todo tipo: asistencia, fotografía, autógrafo, kit de bienvenida, estar sentado en las primeras filas durante la comparecencia de los actores, tener la posibilidad de preguntarles algo sobre la serie…
¿Es aplicable esto al mundo de la literatura? No lo creo. En primer lugar, dudo mucho que haya mucha gente dispuesta a pagar por una foto con Eduardo Mendoza o Arturo Pérez Reverte. El tema de vender autógrafos también pierde el sentido: a los lectores nos gusta (a algunos nos gusta muchísimo) tener un libro dedicado por el autor, no un simple trozo de papel con un garabato. Supongo que Mendoza es tan consciente de ello como todos, y que simplemente hizo un comentario que desafortunadamente trascendió. Aún le sigo dando vueltas a su segunda afirmación, la de que el período de bonanza para los autores ha desaparecido. Esta afirmación en boca del autor que ganó el año pasado el premio literario con mayor dotación económica del mundo, sumada a la de que tal vez deba cobrar un euro por foto, duele, sobre todo para los que conocemos a docenas de escritores que desgraciadamente no pueden vivir de su trabajo y buen hacer.
Eduardo Mendoza