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Los Libros Plúmbeos

AutorVíctor Miguel Gallardo el 18 de septiembre de 2011 en Divulgación

Libros Plúmbeos

Resulta difícil cuantificar el número de falsificaciones históricas que han acompañado la historia del Cristianismo en sus casi dos mil años de vida. Centrándonos solamente en las puramente literarias, es enorme el número de hagiografías (algo así como biografías de los santos) que tienen una poco fiable base histórica, eso cuando no son directamente exageraciones que apenas tienen que ver con la realidad. Sirva como ejemplo el compendio hagiográfico más importante del Medievo, el Legenda Aurea, recopilación de la vida de casi doscientos santos reunida por Santiago de la Vorágine. No es estrictamente una falsificación: el autor estaba más preocupado por temas doctrinales y por hacer de la vida de los santos descrita un ejemplo para los lectores que de la fidelidad histórica. Sí que serían falsificaciones algunos de los llamados evangelios apócrifos, ya que intentaron pasar por inmediatamente posteriores a Jesucristo cuando, en realidad, fueron redactados bastante después. Ciertas imposturas (por ejemplo, la inclusión de ideas gnósticas) revelan que estos textos no son lo que aparentan.

Otra verdadera falsificación, mucho más reciente, sería la de los Libros Plúmbeos. Aparecidos en Granada, en lo que entonces se conocía como Valparaíso y ahora es el Sacromonte, a finales del siglo XVI, su presencia ya había sido vaticinada en 1588. En esa fecha, y durante las obras de demolición de una antigua mezquita para convertirla en templo cristiano, apareció entre los escombros una caja metálica en cuyo interior se encontraron unos huesos, un pergamino, y una imagen de la Virgen. El pergamino, escrito en latín, castellano y árabe, hablaba de Cecilio, un mártir cristiano de origen árabe que había llegado a la ciudad acompañando a Santiago, y al que la Virgen había dado un encargo importante: el de ocultar una serie de documentos en los alrededores. Estos documentos fueron los Libros Plúmbeos, veintidós discos de plomo, de aproximadamente diez centímetros de diámetro, que estaban escritos (lo cual demostraba claramente que se trataba de una falsificación) en un tipo de árabe no cursivo, sin puntos diacríticos ni vocales, al que se denominó “letras salomónicas”. Obviamente era una impostura histórica: el árabe no existía todavía como lengua literaria en los tiempos inmediatamente posteriores a Jesucristo, por lo que era difícil que un compañero de Santiago hubiera sido el responsable de ocultarlos.

La falsificación, que como podemos ver había sido planificada al detalle, tuvo una motivación política: acababan de terminar las Guerra de las Alpujarras, y se estaba expulsando a la población morisca (esto es, musulmanes conversos al cristianismo) del Reino de Granada. Los Libros Plúmbeos, según las investigaciones más fiables, fueron un ardid de un grupo de moriscos de las clases superiores para justificar la presencia de árabes en la época romana. Y no sólo de árabes, sino de árabes cristianos, como el propio Cecilio. Si se convencía a la Corona de que había habido árabes antes del 711 en la Península, se echaría por tierra una de las principales ideas de la Reconquista, la de que los árabes eran recién llegados que debían ser expulsados de la península. La idea, pese a lo elaborado de la falsificación, no llegó a buen puerto, y todos los moriscos de Granada fueron expulsados. El exilio fue doble, porque también los Libros Plúmbeos fueron sacados de la ciudad y llevados al Vaticano, en donde permanecieron hasta que en el año 2000, y después de múltiples peticiones del consistorio de la ciudad, fueron devueltos al Sacromonte, en cuya abadía descansan hoy día.

El único árabe cristiano que quedó en Granada, por cierto, fue el supuesto Cecilio (más bien sus huesos), que se convertiría en patrón de la ciudad. Como vemos, no hubo problema ninguno en tachar de falsos los libros y, en cambio, tomar por verdaderos los restos del mártir, y el pergamino y la imagen de la Virgen que los acompañaba.

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