En Maggie goes on a diet (Maggie se pone a dieta), una graciosa niña pelirroja con unos kilitos de más pasa de ser una chica insegura y feúcha a la estrella del equipo de fútbol del cole, delgada y guapa, a lo largo de un libro dirigido a niños de edades comprendidas entre los 6 y 12 años. Con tiempo, esfuerzo, dieta y ejercicio, Maggie consigue realizar su sueño.
El libro ha levantado controversia, claro. Al fin y al cabo, ¿querrías leerle un libro así a tu hija antes de dormir? ¿Realmente te interesa crearle complejos antes de tiempo? ¿Quieres meterle en su testaruda cabezota que tiene que estar delgada para ser feliz y tener seguridad en sí misma? El autor, el estadounidense Paul M. Kramer, no entiende esta reacción pública. Después de todo vive en un país donde la obesidad infantil es un problema, y su obra intenta educar a los niños para que coman mejor, hagan ejercicio y tengan un estilo de vida más saludable. Supongo que para los que vivimos en otras partes del mundo nos cuesta más entender que puedan producirse libros así, dispuestos a inculcar el canon de belleza de moda y televisión a nuestros propios hijos, desde cada vez más jóvenes. Ya existen libros infantiles inocuos, que insisten en la importancia de una vida sana, de una manera lógica y divertida, y uno no puede dejar de pensar que la imagen de portada de Maggie goes on a diet, con la protagonista de catorce años (curioso, teniendo en cuenta que el libro está enfocado a niños mucho más jóvenes), mirándose en el espejo mientras agarra un vestidito rosa minúsculo, es ligeramente perturbadora.
La polémica no viene sola, por supuesto. Hace poco, la marca francesa de moda Jours Après Lunes escandalizó a medio mundo con su más reciente colección de lencería para niñas. Aunque la “lencería” en sí no tiene nada de escandalosa (la propia diseñadora explica en su página web que comenzó con su línea infantil porque no encontraba ropa interior cómoda y práctica para menores), toda la promoción fotográfica es, cuanto menos, incómoda, mostrando a jóvenes de entre 6 y 12 años en entornos y posturas tradicionalmente asociadas a la moda adulta (por no hablar de los accesorios, maquillaje y peluquería, más propios de Amy Winehouse que de niñas comunes). En general, la afición por empujar a los menores de ambos sexos (sobre todo el femenino) hacia un comportamiento más propio de adultos se vuelve más y más evidente, y más y más desasosegante. Y si no, sólo hay que ver a la modelo de moda, Thylane Léna-Rose Blondeau, que con sólo 10 años ha sido protagonista de Vogue con una serie de fotos que son, por decirlo de manera suave, poco coherentes con su edad.