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La mosca de Virgilio y la arroba

AutorVíctor Miguel Gallardo el 22 de agosto de 2011 en Divulgación

Virgilio

Publio Virgilio Marón, más conocido simplemente como Virgilio, es uno de los grandes autores de la literatura universal y, circunscribiéndonos a la Antigüedad Clásica de Occidente y dejando a un lado autores asiáticos, también uno de los más antiguos de los que conocemos ya no sólo su obra, sino también gran parte de su vida. De su obra cabe mencionar las Geórgicas, las Bucólicas, y por encima de todas ellas la Eneida, obra que lo hizo inmortal. Escribió muchas otras obras menores, algunas tan curiosas como un poema en el que explicaba como realizar el moretum, un aderezo muy popular en la cocina romana de su tiempo.

Pero en su biografía encontramos una anécdota especialmente curiosa. Y es que al bueno de Virgilio, al que Dante lo haría protagonizar siglos después su Divina Comedia, no se le ocurrió otra cosa que organizar un fastuoso funeral en honor de su recientemente fallecida mascota. En sus tierras, además, mandó construir un mausoleo para que reposaran los restos de su pequeña amiga. Porque era pequeña, muy pequeña: la mascota en cuyos funerales Virgilio gastó la friolera de ochocientos mil sestercios de la época, era una simple mosca. La salud mental del poeta, que ya era más que conocido en esos años, fue puesta en entredicho por propios y extraños, que sin embargo se afanaron en participar en las celebraciones fúnebres. Más que nada porque no todos los días tiene uno la oportunidad de asistir a una fiesta de tal calibre en honor de un insecto.

Virgilio, en realidad, no estaba nada loco, y todo formaba parte de un plan magistralmente trazado para burlar la legislación romana. Incluso la elección de una mosca como inquilina del mausoleo que edificó podría tomarse como una gran broma. Y es que Virgilio, que contaba con amigos en las altas esferas del gobierno romano, había sido avisado de que el triunvirato formado por Marco Antonio, César Octaviano y Marco Emilio Lépido planeaba una nueva ley por la cual se expropiarían tierras de terratenientes para ofrecérselas a soldados retirados. La ley, que finalmente fue aprobada y tras la cual todos comprendieron que Virgilio había obrado sensatamente, tenía una excepción: quedaban excluidas de la expropiación todas las tierras que fueran consideradas tierra sacra. Esa fue la función del mausoleo de la mosca de Virgilio, ni más ni menos.

Cambiando de tema, y siguiendo con las curiosidades, a día de hoy convivimos diariamente con un símbolo, el de la arroba (@), que gracias a la informática ya es casi omnipresente. Su nombre no es casual, ya que es el símbolo con el que se representaba la unidad de medida de la arroba (unos doce kilos, más o menos). Durante mucho tiempo se creyó que la primera representación escrita de este símbolo fue en una carta fechada en 1536 en Sevilla y con destino a Roma, redactada por un mercader italiano, Francisco Lapi, y en la que, seguramente porque ya era costumbre (aunque no se conocían más ejemplos de su utilización), abreviaba con la @ la unidad de peso. Sin embargo, en 2009 el historiador aragonés Jorge Romance refutó la teoría de que la @ fuera de origen sevillano, hablando de referencias aún más antiguas, como por ejemplo una de 1448, en la llamada taula de Ariza, e incluso de años anteriores a este en otros registros del Archivo del Reino situado en Zaragoza.

El símbolo de la arroba (@), para terminar, fue elegido por el programador Ray Tomlinson en 1971 en los primeros coletazos de ARPANET, la precursora de la actual Internet, que era un sistema de interconexión de ordenadores sufragado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Lo eligió porque, en inglés, el símbolo de la arroba se lee “at”, por lo que es indudable que parecía hecho a propósito para unir los nombres de usuarios y los servidores en donde tenían alojadas sus cuentas. La @ ya existía en todos los teclados y no se usaba para nada, así que fue una elección más que lógica y que posibilitó que hoy en día este símbolo sea universal.

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