Terminamos hoy con esta serie de posts dedicados a libros que han alimentado, directa o indirectamente, algunas de las teorías de la conspiración más relevantes de nuestra historia reciente.
–El cordón dorado, de Miguel Serrano. Este chileno, uno de los neo-nazis más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, publicó este libro en 1978, uno de los más famosos (sobre todo en el mundo hispanohablante) que trata acerca del supuesto origen alemán de los OVNIs. Dejando a un lado las partes de la obra totalmente inconcebibles, como por ejemplo el identificar a Hitler con los dioses hiperbóreos y considerarlo un avatar de Vishnú, el libro bebe de dos tradiciones conspirativas muy populares de su tiempo: por un lado, la aparición durante la Segunda Guerra Mundial de objetos volantes no identificados (los famosos foo fighters) y la constatación tras el fin de la contienda de que Alemania había estado probando nuevos tipos de propulsión hizo creer a muchos, una vez que los OVNIs no sólo no desaparecieron tras 1945 sino que aumentaron su presencia, que se trataba de artefactos nazis. Por el otro, y dado que Alemania y sus territorios anexionados habían sido totalmente tomados por los aliados, se hacía necesario dotar a ese Tercer Reich en el exilio de una base de operaciones. Esta base no sería otra que la Antártida. Una porción significativamente pequeña de este continente había sido reclamada por Alemania en los años anteriores a la guerra, presumiblemente para crear una base para su industria ballenera (Alemania era un gran consumidor de grasa de ballena, que adquirían a los noruegos). La Nueva Suabia, que fue el nombre dado por el Reich a su pretendido territorio antártico, jamás les fue reconocida, pero Serrano y otros muchos nazis teóricos de finales del siglo XX sostienen que el gobierno nazi sobrevive en la Antártida. Felipe Botaya, en su libro de 2006 Antártida 1947, relaciona la operación militar estadounidense Highjump, de 1946-47, con una última ofensiva aliada para eliminar al remanente nazi antártico.
–El estado judío, de Theodor Herzl, es un libro de 1882 en el que el autor planteaba la posibilidad de que los judíos, para tener un estado propio, debían comprar tierras en Palestina o, como segunda opción, en Argentina. Durante el siglo XX surgieron varias posibilidades para el establecimiento de un estado judío, la primera de ellas en la actual Uganda, a propuesta del Reino Unido, opción que fue rápidamente rechazada. Al principio de la Segunda Guerra Mundial, cuando todavía no había conflicto entre Alemania y la Unión Soviética, se desarrolló el llamado Plan Madagascar, por el cual Alemania planeaba deportar a todos los judíos europeos a esa isla africana, colonia francesa, constituyendo un estado judío títere (con toda su población dedicada exclusivamente a la agricultura) bajo protectorado alemán. El plan alemán cambió tras el inicio de las hostilidades con los soviéticos, pues se prefirió deportar a los judíos hacia el este antes que embarcarse en un costoso traslado masivo a Madagascar. Tras la guerra se constituyó, por fin, un estado judío en Palestina, pero esto no hizo que perdiera vigencia el libro de Herzl, sobre todo su referencia a Argentina. Este estado americano tuvo una singularidad: al tiempo que se asentaba en él una nutrida comunidad judía, fue uno de los mayores receptores de alemanes (muchos de ellos nazis huidos de la justicia alemana) tras la guerra, lo que propició que en algunos círculos, por ejemplo el militar, el antisemitismo permaneciera. Los rumores sobre un supuesto Plan Andinia según el cual los israelís pretendían arrebatar la Patagonia a argentinos y Chilenos para la creación de un segundo estado judío suenan hoy ridículos, pero las dictaduras militares argentinas de hace treinta años se lo tomaron bastante en serio. Incluso se han detectado, ya a principios del siglo XXI, manifestaciones de mandos del ejército argentino denunciando el supuesto complot judío.