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Cuando la fama no es suficiente (II)

AutorGabriella Campbell el 19 de junio de 2011 en Divulgación

Negro literario

Aunque asociamos esa escritura fantasma, de la que hablábamos en la primera parte del artículo, a biografías de famosos y casos similares, el negro literario no se limita a este tipo de publicaciones. Si bien en nuestro país parece que sigue siendo un oficio de bajo rendimiento, en otros países es una profesión relativamente bien pagada, llegando a percibirse alrededor de $100 por página en muchos casos.

Los mercenarios de la escritura no se limitan a la biografía, como ya hemos dicho. Muchos libros de ficción, sobre todo en el caso de colecciones o sagas de libros, que necesitan una producción acelerada, deben recurrir a escritores complementarios para realizar en un espacio limitado de tiempo todo el trabajo que el escritor principal (generalmente el que ostenta el prestigio) no puede ofrecer. Y esto no es nada nuevo, se cree que en la Roma imperial ya existían textos atribuidos a grandes pensadores y escritores que realmente salían de la mano de escritores contratados. De Alejandro Dumas se decía que tenía más de setenta asistentes que le ayudaron a escribir, entre otros, El Conde de Montecristo o Los tres mosqueteros, y el celebrado autor de terror H.P. Lovecraft obtenía ingresos como negro para otros autores de su mismo género literario. Por no hablar de la inmensa producción de grandes dramaturgos como Shakespeare o Lope de Vega, que siempre ha hecho sospechar a teóricos y críticos.

Más peligroso es cuando el negro literario se asocia con la comunidad médica. Parece ser que es una práctica habitual en muchas empresas de investigación científica el pagar a escritores profesionales para crear contenido que luego lleve la rúbrica de científicos y médicos titulados. Y no nos detengamos en la investigación de laboratorio, algunos de los más inspirados textos religiosos vienen también de la mano de estos profesionales. Se sospecha, por ejemplo, de varias encíclicas papales, entre ellas la controvertida Mystici Corporis Christi, firmada por Pío XII, pero asociada generalmente a la mano del jesuita holandés Sebastiaan Tromp. Y esto no es nada, hasta los columnistas o articulistas de opinión pueden delegar en un escritor fantasma, que también puede recibir ingresos por crear contenido web en nombre de otros, escribir ensayos sobre cualquier tema, letras (y música) para grandes artistas, o incluso llevar un blog bajo el nombre del famoso de turno. La realidad del asunto es que, por mucho que sacralicemos la persona del autor, éste es tan comerciable como cualquier otro producto, y el verdadero trabajo puede quedar, como tantas otras veces, en manos de personas de talento no reconocidas y necesitadas de dinero. Se gestiona como un intercambio comercial: tú escribes, yo te pago. Pero en el fondo uno no puede dejar de plantearse por qué esto no podría realizarse de manera más justa, dando crédito también a ese escritor fantasma en la cubierta. ¿No será, ante todo, una cuestión de ego? Aunque el autor contratado se esté limitando a dar formas a determinadas ideas, incluso a transcribir de manera más aceptable las experiencias o pensamientos de otros más conocidos que él, ¿no forma parte también del proceso del libro? ¿No debería recibir su justo reconocimiento? Existen artículos sobre el tema que lo niegan, insistiendo en que la labor de dicho escritor es la de un simple intermediario. Como siempre, os animamos a expresar vuestra opinión en los comentarios.

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