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Henry James y un millón de ventanas

AutorGabriella Campbell el 9 de abril de 2011 en Divulgación

Henry James

Es muy frecuente que algunos de los mejores teóricos literarios y narratólogos sean escritores (y viceversa, que algunos de los mejores escritores sean teóricos literarios y/o narratólogos). Henry James, escritor estadounidense nacido en 1843, es uno de los principales referentes en el mundo del estudio de la narración, debido a su tremenda intuición en lo que a éste se refiere. Se adelantó en muchos aspectos a algunos de los grandes teóricos posteriores (grandes nombres como Todorov o Genette), reflexionando constantemente acerca de la relación del autor y el narrador con sus personajes y con su receptor o lector. Las mejores observaciones del autor están, precisamente, en el prólogo a la que es generalmente considerada su mejor obra literaria, el complejo y algo cínico análisis social llamado Retrato de una dama.

James crea una famosa analogía entre la ficción narrativa y una casa, diciendo que dicha ficción tiene un millón de ventanas que le permiten asomarse al interior del edificio. El perspectivismo al que alude James, ese múltiple punto de vista, es, sin duda, una de las características fundamentales de la novela moderna. El escritor estadounidense va más allá, llegando a comunicarnos la acción de la novela a través de la propia conciencia de sus personajes. Esta herramienta trasciende la novela de su tiempo y se acerca revolucionariamente a la nuestra. Se ha asociado esta forma de narrar tan personal de James con lo que muchos teóricos han llamado psiconarrativa, una forma de escribir presente en otros escritores como Tolstoi, donde abunda el monólogo interior, llevando cada personaje el peso de su propia narración, independizándose de la tradicional figura de un narrador objetivo, externo y omnipresente. Este formato encuentra su máxima expresión en métodos más modernos (particularmente en escritores posteriores a James Joyce, que dominó esta técnica de manera espectacular), como el famoso flujo de conciencia, donde el monólogo pierde las restricciones clásicas de la narración y se libera, convirtiéndose en una especie de locución entre el personaje y su propio yo, mezclándose, mediante la palabra escrita, lo racional con lo emocional.

Es precisamente esta serie de monólogos interiores, junto a la perspectiva múltiple del autor, lo que confiere una fuerza extraordinaria a los personajes de James. La acción en Retrato de una dama es limitada, hay pocos acontecimientos realmente significativos; sin embargo hasta la acción más pequeña se torna importante, debido a la capacidad de empatía que despierta James entre nosotros hacia sus protagonistas. Al eliminar parte de esa muralla invisible entre autor, personajes y lector, nos permite un acceso mucho más directo a las vidas, emociones y creencias de los actores en escena. Tenemos una visión, asimismo, más completa, más perfecta, de dichas acciones, ya que las observamos desde múltiples puntos de vista. Si un acontecimiento, pequeño o grande, llegase a nosotros de una sola fuente, ¿no sería nuestro conocimiento mucho más limitado, más frío que si leyésemos varios periódicos diferentes, viéramos varios telediarios y escuchásemos diferentes programas de radio que tratasen este asunto? ¿Y si, además, pudiésemos estar en la cabeza del que transmite la noticia, conocer sus miedos, sus inclinaciones, incluso sus falsedades? Cualquier autor que recuerde que el ser humano es complejo, y que además cualquier acción permite decenas de lecturas, está, al igual que James, en el camino adecuado.

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