A sus 49 años la filóloga Inés Fernández-Ordoñez se ha convertido en la académica de la Lengua más joven, y en una de las primeras mujeres en conseguir esta distinción. Aunque su ingreso no finalizó hasta la semana pasada, su designación para ocupar el asiento P (pe mayúscula) de la Real Academia de la Lengua Española, que anteriormente pertenecía al poeta ovetense Ángel González acaeció en 2008. Con ella la RAE tiene, en la actualidad, cinco mujeres académicas (y no cuatro, como han afirmado algunos prestigiosos medios de comunicación como ABC), ya que a Férnandez-Ordoñez hay que añadir los nombres de Ana María Matute, Carmen Iglesias, Margarita Salas y Soledad Puértolas. Esta última se hizo con el sillón g (ge minúscula) el año pasado.
En su discurso de ingreso, titulado La lengua de Castilla y la formación del español, Fernández-Ordoñez recalcó que la configuración básica del idioma español no se basa exclusivamente en el castellano: es más, según ella muchos de los rasgos distintivos de nuestro idioma provienen de otras lenguas. Achacó que se haya considerado el castellano como fuente principal del español a la labor de Menéndez Pidal y su castellanismo ideológico, que afirmaba que el castellano se expandió por la península gracias a las conquistas militares (la Reconquista de la España islámica) y a las anexiones políticas que hicieron que la Corona de Castilla dominara los territorios de León, Aragón o Navarra. Fernández Ordoñez no cree que esto fuera así: aunque reconoce que el castellano aportó gran parte de las peculiaridades del actual español, señala que los elementos orientales (del catalán, el aragonés o incluso el vasco) y occidentales (gallego, portugués y asturleonés) están más que presentes en nuestro actual idioma. El español, pues, no responde simplemente a una expansión del castellano desde el norte hacia el sur, el este y el oeste, sino que el castellano, conforme se puso en contacto con otras variedades lingüísticas, se fue transformando poco a poco en español. El tema, ideológicamente hablando, ha dado mucho de sí en las últimas décadas, y tiene su importancia, toda vez que el concepto (manejado por Menéndez Pidal y, por lo general, gran parte de los intelectuales de hace un siglo) de que Castilla es la esencia de la españolidad (en todos sus aspectos, incluido el lingüístico) es sustituido por otro bien distinto: Castilla fue un elemento más en la creación de España y el español, pero no se convirtió en genuinamente España (y su lengua en español) hasta que se puso en relación con el resto de las realidades peninsulares contemporáneas. El castellano no puede ser considerado “español” hasta que el catalán, el gallego, el portugués o el aragonés influyeron decisivamente en él, transformándolo en una nueva lengua.
Volviendo a Inés Fernández-Ordoñez, hay que recalcar que es la primera mujer en formar parte de la Real Academia por méritos exclusivamente académicos y dentro del ámbito de la Lengua: Matute, Salas, Iglesias y Puértolas, así como otras ex académicas como Elena Quiroga y Carmen Conde, son eminentemente escritoras, y María Isidra de Guzmán y de la Cerda, que fue la primera mujer en acceder a la RAE, era del ámbito de la Filosofía.