La última novela de Juan Ramón Biedma sigue en la línea de sus anteriores libros, como El efecto Transilvania o su más reciente El humo en la botella: sus personajes se enfrentan tanto a un caos externo como interno en una Sevilla de pesadilla.
Inscrito dentro de la línea Z de la editorial Dolmen, Antirresurrección es uno de los títulos más «españoles» dentro de los títulos zombis que nos llegan últimamente. Escrito siguiendo la línea que considera a los zombis como infectados más que como «malditos» o «mágicos», Biedma no profundiza demasiado en causas y efectos de la enfermedad que hace renacer de manera casi instantánea a los muertos, llenos de rabia y hambre.
Uno de los aciertos de Biedma es la evolución de los muertos vivientes, ya que al renacer son rápidos y fuertes, pero con el tiempo se van acercando más al torpe monstruo ideado por Romero en los años 70.
En Antirresurrección nos encontramos con una Sevilla cercada por los zombis -como la mayor parte de Europa y, seguramente, el mundo-, en la que apenas quedan policías para mantener el orden y el caos se va a apoderando poco a poco de las calles y de las personas que tratan de mantenerse cuerdas.
En medio de esa situación, el teniente Trespalacios tendrá que averiguar quién es el responsable de una serie de asesinatos, en teoría sin nada que ver con los muertos vivientes, con un marcado componente religioso y con la ayuda, muchas veces insuficiente de Ariza, una ex-policía metida a detective, y Koplos, otro ex miembro de las fuerzas del orden que amortaja a los recién muertos.
El tono de paranoia religiosa es otro de los aciertos de Antirresurrección, logrando formar escenas realmente muy potentes con esa mezcla de catolicismo rancio y cuerpos a medio descomponer. Es más, la trama tiene mucho que ver con esa huida hacia la religión que se ha extendido por la ciudad que plantea el autor.
Por último, el estilo y el uso de capítulos realmente cortos, algunos de apenas una página, junto con el juego de saltos entre unos personajes y otros hace que el libro se lea a toda velocidad, casi al tiempo real en el que viven los personajes. Esto es algo a destacar, pero que a la vez también supone uno de sus defectos: la novela se lee de manera apresurada y deja también esa sensación en los labios, como si se trataran de pasada ciertos momentos y situaciones.
En resumen, una buena novela de zombis e investigación, con escenas muy truculentas y ritmo endiablado. Su único problema, ciertos detalles indefinidos y algunos nombres, como el de los Hermanos Sonambulistas, que, esto ya es personal, se hacen muy raros al oído.
Juan Ramón Biedma
Antiresurrección