Miguel de Unamuno es uno de los nombres más destacados de las letras hispanas de los últimos 150 años. Nacido en el Casco Viejo de Bilbao, Unamuno es especialmente conocido por su obra en prosa, tanto sus novelas como sus ensayos, aunque también fue importante su aportación al teatro y, en menor medida, a la poesía, en la que no destacó especialmente. Sin embargo, tenía otras pasiones mucho menos literarias: por un lado, era un auténtico fanático de la papiroflexia (llegando a escribir largamente sobre el tema, y siendo el creador de varios modelos originales, tal y como se reconoce en la página web de la Asociación Española de Papiroflexia). Si nos fijamos, en dos de sus retratos más populares, el que le hizo Zuloaga y el firmado por Solana, aparecen figuras hechas con papel. Y es que esa era otra de sus pasiones, la del dibujo y la pintura. Tal y como dijo en la obra “Recuerdos de niñez y de mocedad”:
Desde muy niño me adiestré en el arte del dibujo y luego en el de la pintura, y si he abandonado este último es por haber descubierto mis escasas aptitudes para el colorido. La línea y el claroscuro, sí, pero el color no; éste me era rebelde. Y no sé si por esto que prefiero a los pintores que podríamos llamar claroscuristas, aquellos que pintan poco más que a blanco y negro, y no esos otros coloristas que degeneran fácilmente en colorinistas.
Sea como fuere, sí que dejó de pintar, pero nunca de dibujar. Con motivo del 75 aniversario de su muerte, la Casa Museo Unamuno de la Universidad de Salamanca ha organizado una exposición en la que 160 de sus dibujos, algunos de ellos inéditos, van a mostrarse a un público que, por lo general, ignora que el autor de “Niebla” o “San Manuel Bueno, mártir” dedicó buena parte de su tiempo a estos menesteres. Se trata de dibujos con un estilo muy realista, la mayor parte de los cuales fueron realizados en sus libretas de poesía o filosofía o en documentos sueltos. Temáticamente hay de todo: desde retratos (de amigos y conocidos y también de personas anónimas) pasando por paisajes de su adorada Salamanca, animales (toros, ranas, caballos), arquitectura salmantina, etc.
Según la responsable de la muestra, Ana Chaguaceda (directora de la Casa Museo), es una pena que no identificara a los personajes que dibujaba y que no titulara ningún dibujo. El rector de la Universidad de Salamanca, Daniel Hernández, afirmó que estos dibujos (se exponen, como ya se ha dicho, 160 de los casi 300 con que cuenta la Universidad) han sido “no valorados en su justa medida y quizá eclipsados por la importancia de sus otras creaciones”.
Es un buen momento, pues, para acercarse un poco más a la figura del inmortal escritor, aunque esta vez de la mano de algo que no tiene relación directa con su sobresaliente labor como literato.
Miguel de Unamuno